Se trata del primer taller en Barcelona de limpieza y reparación de material de puericultura, que incluye el lavado, la desinfección de virus y bacterias con un tratamiento de vapor y el secado a mano, entre otros.
La startup recibe un par de encargos al día y ya lleva más de cien artículos limpiados y reparados.
“De la pandemia aprenderemos y saldremos más fuertes”. Esa era la proclama que más se escuchaba en los momentos más álgidos del periodo de cuarentena. La emprendedora Elisabet Branchat tomó nota y no se achantó después de ver como su negocio se iba al traste. Había sacado adelante una startup de alquiler de material para bebés, dirigida a los turistas que visitaban Barcelona y que les urgía la necesidad de contar con cochecitos, sillas transportables u otros artefactos para hacer más cómodo su paso por la ciudad. Sin embargo, el confinamiento y el cierre de fronteras lo echó todo a perder. Pero en un abrir y cerrar de ojos, todo puede cambiar. Y para bien. Ahora, Branchat celebra con éxito la apertura del primer establecimiento físico de Bubuclean, un taller de limpieza y reparación de material de puericultura, situado en la calle Montseny, en el barrio de Gràcia.
“Vimos que había una fuerte demanda de sillas de coche o capazos para niños, entre otros, en las páginas de segunda mano y todos los compradores exigían lo mismo: que los artículos estuvieran en perfectas condiciones”, afirma Branchat. Así que la empresaria se reunió con su compañera y amiga Luciana Salvador, experta en márketing digital, para desarrollar un proyecto que satisficiera estas peticiones. “Nos dimos cuenta de este gap, porque la gente quiere tener los productos higienizados y no saben cómo hacerlo, o simplemente no se atreven. Y no existe un servicio así en Barcelona”, añaden.
Ambas son las fundadoras y, de momento, las únicas trabajadoras de Bubuclean. Empezaron la iniciativa con un portal web y trabajando en un entorno doméstico con las limitaciones que aquello suponía, como la falta de espacio o la carencia de herramientas. Aunque estas circunstancias no impidieron una buena acogida por parte de su clientela.
De entrada, los clientes llevan sus cochecitos —el principal producto con el que trabajan— y se les hace un informe previo para avaluar el estado en el que se encuentran y todo aquello que necesitarían para estar impolutos. Más tarde, proceden a aspirar la suciedad, sacar las manchas con productos orgánicos, lavar los textiles, las estructuras y las ruedas del vehículo; reparar los fallos que pueda haber —Elisabet Branchat cuenta con formación en ingeniería—, eliminar los virus y bacterias con un tratamiento de vapor, secar a mano y, finalmente, se redacta otro documento con la descripción del proceso y las imperfecciones que no hayan podido resolver. “La gente dice que hacemos magia porque queda todo muy impecable”, comenta Salvador entre risas.
El procedimiento puede durar entre uno y tres días, todo dependiendo de las exigencias de cada artículo. Reciben diariamente un par de pedidos, cuentan con más de cien encargos realizados y ofrecen un vehículo de cortesía para que las familias no se queden sin cochecito mientras se lleva a cabo el proceso. El precio varia según las dimensiones del producto, de manera que la limpieza de sillas y capazos de transporte oscila entre los siete y los diez euros, mientras que el lavado de cochecitos según sus accesorios o complementos tiene un coste de entre cuarenta o sesenta euros, con ofertas para packs de dos y tres carritos.
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