Este recorrido guiado abre puertas habitualmente cerradas para descubrir facetas inesperadas del emblemático palacio de Gaudí, que van desde el despacho de Eusebi Güell hasta espacios reservados para el servicio, como la antigua cámara del cochero, llena de grafitis, dibujos e inscripciones con los que presos de la Guerra Civil y la posguerra dejaron grabada su memoria cuando fue convertida en calabozo
La azotea del Palau Güell corona el edificio con chimeneas gaudinianas sobre Ciutat Vella. © Ramon Manent / Diputación de Barcelona
Mientras cenaba en el salón principal de su suntuoso palacio a un paso de la Rambla, la familia Güell era observada discretamente desde las alturas. Viendo sin ser vistos, el personal del servicio interpretaba los gestos y apetencias de familia y eventuales invitados para comprobar si requerían cualquier atención, y así poder dar respuesta inmediata a sus necesidades. Los integrantes del servicio tenían una perspectiva privilegiada de la alta sociedad barcelonesa de la época, con los Güell como personajes principales. Conocían sus rutinas, costumbres y secretos. Estos secretos, sin embargo, ya no están reservados exclusivamente al servicio; la visita guiada El Palau Güell secreto permite descubrir rincones y conocer anécdotas e historias desconocidas del singular edificio de Gaudí.
La visita, en horario vespertino, abre puertas usualmente cerradas al público y da acceso a estancias y espacios ocultos, algunos de los cuales no son accesibles durante la visita habitual al palacio. Asomarse por las mismas celosías desde las que el personal del servicio observaba a la familia Güell traslada al visitante a la cotidianidad de la élite barcelonesa de finales del siglo XIX, con el palacio de Gaudí como escenario. El edificio, construido entre 1886 y 1890, fue el primer gran encargo que recibió el arquitecto por parte de Eusebi Güell, que le encomendó construir la residencia familiar para él, su esposa, Isabel López —hija del marqués de comillas, Antonio López, otra de las personas más ricas del momento—, y sus diez hijos. Con 34 años, Gaudí experimentó entonces con técnicas innovadoras que más tarde aplicaría en otras de sus obras, hecho que convierte al Palau Güell en la semilla y en el campo de pruebas a partir del cual se desarrolló la obra que encumbró al arquitecto de Reus como artista universal.
Estas técnicas y la forma en la que se entremezclan son un hecho distintivo del edificio, pero no son el único factor que sorprende a quien se adentra en el inmueble con la visita El Palau Güell secreto, cada segundo sábado de mes. La ruta por espacios recónditos del edificio transporta a la vida diaria de los Güell a través de elementos como el antiguo montaplatos que conectaba la planta del comedor con la cocina, que en la Barcelona de finales del XIX solía ubicarse en las plantas superiores por motivos de seguridad en caso de incendio. La cocina compartía planta con otros espacios para el servicio, que residía en el desván. Estos espacios estaban conectados con otras estancias de la residencia de los Güell mediante puertas y escaleras fuera de la vista de los invitados, como una pequeña puerta situada en la planta de los dormitorios, en la sala de gineceo, que daba acceso al servicio y que se muestra durante la visita. De hecho, la única escalera que conectaba todas las plantas del edificio era de uso exclusivo para el servicio, y atraviesa el edificio desde la planta baja hasta su singular azotea de chimeneas serpenteantes sobre Ciutat Vella.
Uno de los platos fuertes del recorrido toma forma en otra de las estancias reservadas al personal que prestaba servicio a la familia: la cámara del cochero de los Güell. El pequeño habitáculo de 16 metros cuadrados, habitualmente cerrado al público, se ha convertido en una cápsula del tiempo que transporta a los años convulsos y de represión de la Guerra Civil y la posguerra.
Sus paredes ejercieron de lienzo para decenas de detenidos que pasaron por la estancia desde 1937, tanto durante el periodo durante el que el palacio fue la sede de Solidaridad Internacional Antifascista durante la Guerra Civil, como cuando se convirtió en comisaría del Distrito Quinto desde 1937 y durante la posguerra. En sus paredes, los detenidos grabaron numerosas inscripciones, hasta un total de 185 dibujos y escritos que han trasladado la memoria de los presos a la actualidad.
La visita guiada El Palau Güell secreto permite detenerse a escudriñar estos trazos, así como profundizar en diversos aspectos y facetas del palacio y de los Güell, que residieron en el palacio hasta 1906, cuando se trasladaron a la Casa Larrard, ubicada en el parque que lleva su nombre. La dimensión empresarial y económica de Eusebi Güell se hace más evidente para el visitante cuando se adentra en su despacho y en la habitación de la antigua biblioteca que albergaba más de 5.000 volúmenes, estancias ahora utilizadas como espacios de administración. La faceta cultural y musical de la residencia tampoco pasa desapercibida en la visita, ya que es posible contemplar de cerca la consola y los 1.386 tubos del órgano del maestro Blancafort que llena de sonoridad periódicamente el palacio con sus notas.
Las facetas más desconocidas del emblemático Palau Güell escalan hasta su azotea, con 20 chimeneas gaudinianas y una aguja que asciende desde el salón central. Su suelo ondulante también hace patente la genialidad indiscutible de Gaudí, que dejó un espacio sin ondulaciones reservado al servicio y a tender la colada. El trencadís que recubre gran parte de las chimeneas plasma la huella no sólo de la época de los Güell, sino también de la Barcelona olímpica, con un Cobi que sorprende entre las piezas y despierta la curiosidad del visitante. Su ubicación también se desgrana durante la visita, que al terminar invita a volver al Palau Güell y a seguir explorando los rincones y las técnicas que lo erigen como germen de la obra de Gaudí.
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