Opinión

¿Es la hora de redensificar?

Un año atrás, con motivo de la inauguración de la exposición Suburbia. La construcción del sueño americano, escribía en este mismo espacio sobre las bondades de la densidad urbana en contraste con el modelo residencial en baja densidad que retrataba la exposición.

En el artículo se ponía de manifiesto cómo la región metropolitana de Barcelona es una de las aglomeraciones urbanas más densas y con unas densidades mejor distribuidas por el territorio, aunque en algunos lugares, como el entorno del límite municipal entre L’Hospitalet de Llobregat y Barcelona, las densidades llegan a ser las más altas de Europa.

La cuestión de la densidad vuelve a ser relevante en estos momentos, porque tenemos sobre la mesa uno de los retos más importantes a los que nos hemos enfrentado como sociedad en las últimas décadas: asegurar el acceso a la vivienda a miles de personas y, en particular, a personas con niveles bajos de renta. Los planes de la Generalitat de Catalunya hablan de 50.000 nuevas viviendas públicas hasta el año 2030, pero las estimaciones del Plan Territorial Sectorial de Vivienda, elaborado por la propia administración, sitúan el déficit en 375.000 hogares hasta 2037.

La Generalitat prevé crear 50.000 viviendas antes de 2030.

En cuanto a las proyecciones demográficas, las del Plan Director Urbanístico Metropolitano de Barcelona indican que en 2050 la población de la región metropolitana de Barcelona alcanzará los 5.871.725 habitantes. Eurostat, la oficina de estadísticas de la Unión Europea, en sus propias proyecciones prevé 6.635.094 habitantes en 2050 en la provincia de Barcelona. Esto situaría probablemente la población de la región metropolitana, una vez descontado el resto de la demarcación provincial, en el entorno de los 6 millones de habitantes, frente a los 5,4 actuales.

¿Cómo se distribuirán en el territorio todas estas viviendas y habitantes? Los planes con los que contamos no nos resuelven mucho esta cuestión. Sí se habla de un Objetivo de Solidaridad Urbana para garantizar un reparto de las viviendas asequibles en todos los municipios situados en áreas de demanda residencial fuerte y acreditada. También se prevé la recuperación, mediante otras fórmulas, de parte de las Áreas Residenciales Estratégicas (AREs) establecidas en el año 2007, muchas de las cuales quedaron sin desarrollar.

Los objetivos de construir miles de viviendas en los próximos años pasan, entre otras vías, por impulsar la construcción industrializada e innovar en este sector

Debe descartarse, de entrada, una nueva ola de expansión urbanística en viviendas unifamiliares y apareadas, aunque desde Estados Unidos llegan reflexiones alrededor de la imposibilidad de evitar este modelo si lo que se quiere es construir mucho y más barato. Lo que de momento parece más claro, por tanto, es que el despliegue de las nuevas viviendas deberá producirse lo más cerca posible de los núcleos urbanos ya existentes o, en todo caso, mediante fórmulas de redensificación en todas partes.

¿Cuáles podrían ser estas fórmulas? Repasamos brevemente algunas experiencias ya probadas o en previsión aquí o en otras ciudades del mundo.

La opción más radical es la de construir nuevos enclaves que cumplan estos criterios de densidad. Se trata de una solución contemplada, por ejemplo, por el gobierno británico: 12 nuevas ciudades con unas 10.000 viviendas cada una, para las que se han identificado un centenar de potenciales localizaciones. Más allá del volumen de inversión requerido para conseguirlo, la parte más controvertida del plan tiene que ver con la sostenibilidad, tanto en términos de impacto directo debido a la urbanización de nuevos espacios como de la necesidad de dotar a estos nuevos desarrollos de transporte público adecuado entendiendo que, al menos en una fase inicial, será difícil que se generen suficientes servicios y puestos de trabajo para las personas que vivan en ellos.

No parece en estos momentos una opción muy trasladable a nuestro caso, teniendo en cuenta las habituales resistencias a ampliar significativamente zonas urbanas sin garantizar servicios (uno de los motivos del fracaso de las AREs) y las que habría a desarrollar en lugares aún no urbanizados. Seguramente, la operación en marcha en nuestra metrópolis que más se aproxima a esta idea, por sus dimensiones, sea la transformación de la Sagrera, en Barcelona, alrededor de la nueva estación de alta velocidad, con más de 3.000 nuevas viviendas.

Impulso a la construcción de 2.089 viviendas protegidas al lado de la futura estación de La Sagrera

Una alternativa a menor escala se podría encontrar en la transformación de espacios ya urbanizados pero en situación de abandono, normalmente asociados a otros usos, de manera que hay que realizar su recalificación. Se trata principalmente de espacios ocupados por antiguas industrias, o incluso polígonos industriales enteros obsoletos, centros comerciales en proceso de cierre, etc.

Actualmente hay proyectos en esta línea en varios municipios de la ciudad de los cinco millones, como la conversión del sector AEG en Terrassa en 800 viviendas, una residencia de estudiantes, la sede del Institut del Teatre y un equipamiento para las personas mayores en el horizonte de 2028, o la propuesta del Gremi de Fabricants de Sabadell de transformar el Polígono Industrial Suroeste, conocido como la Zona Hermética, siguiendo un modelo similar al del 22@ de Barcelona, en el que también hay que remarcar su revisión reciente para incorporar más vivienda. De actuaciones en centros comerciales abandonados en la periferia urbana encontramos sobre todo, por ahora, en Estados Unidos, como es el caso de la ciudad de Rochester, en el estado de Nueva York, con la sustitución de los espacios antiguamente ocupados por el Irandequoit Mall por bloques de apartamentos para personas mayores.

Vistas del 22@ de Barcelona.

Un destino similar se puede dar a edificios de oficinas. De esta manera, el Ayuntamiento de Sant Feliu de Llobregat, con el apoyo del Instituto Metropolitano de Promoción de Suelo, prevé la mutación de un bloque de oficinas en 34 viviendas dotacionales de alquiler, destinadas a atender la emergencia residencial del municipio.

No se agota aquí el catálogo de transformaciones de edificios existentes, algunas no exentas de cierta controversia. Este sería el caso, por ejemplo, de la división de pisos grandes en unidades más pequeñas (llamada segregación), que se practica actualmente más como fórmula para generar apartamentos turísticos que de cara a nuevos residentes. También se ha hablado recientemente de la posibilidad de permitir remontas en edificios, incluso con áticos prefabricados, así como importar el ejemplo de Estados Unidos de fomentar una mayor edificabilidad en urbanizaciones, para que las viviendas unifamiliares puedan convertirse en plurifamiliares con un piso superior o un espacio anexo. El Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès es uno de los que explora opciones de este tipo.

Lo que de momento parece más claro es que el despliegue de las nuevas viviendas deberá producirse lo más cerca posible de los núcleos urbanos ya existentes o mediante fórmulas de redensificación en todas partes

Dentro de este capítulo de las transformaciones quedan alternativas como la de las viviendas en planta baja, aunque se suele considerar que quitan vida a las calles, al no generar el mismo efecto que un establecimiento comercial. Precisamente, otro debate abierto es el de la recuperación de las trastiendas, es decir, la posibilidad de combinar una actividad comercial de cara a la calle con la vivienda de quien la regente en la parte posterior, como había sido tan característico en tiempos pasados.

Dejo para el final la solución más común y probablemente más inmediata, aunque quizás no la más masiva, que es construir en los solares vacantes de la trama urbana. Aquí los frenos existentes suelen tener que ver con situaciones legales irregulares, falta de voluntad de la propiedad, expectativas incumplidas o el coste de convertir las parcelas en solares (es decir, suelo apto para la edificación), pero es cada vez más necesario dar salida a estas situaciones en términos de vivienda teniendo en cuenta la situación actual de emergencia.

Viviendas en Barcelona. © Jordi Borràs / ACN

Superados los escollos correspondientes, y sin pretender adoptar una política que facilite la proliferación de rascacielos en nuestras ciudades (como está haciendo Nueva York, ya de por sí conocida por este tipo de edificios), hay que buscar las alternativas que ofrezcan mayores densidades sin romper los equilibrios de servicios y en la calidad urbana de las zonas correspondientes.

Además, hay que encontrar fórmulas que permitan construir más rápido, más barato y más sostenible. Si hoy construir una vivienda estándar se considera que tiene un coste de unos 160.000 euros, sin contar el valor del solar, nada despreciable en gran parte del territorio metropolitano, los objetivos de construir miles de viviendas en los próximos años pasan, entre otras vías, por impulsar la construcción industrializada e innovar en este sector. Experiencias como las de los edificios residenciales construidos con contenedores marítimos ya se han desarrollado no sólo en Barcelona, sino en otros municipios como Caldes de Montbui.

También pasa por hacer mucho más ágiles los trámites y la obtención de permisos, especialmente si los procesos de construcción se salen de lo más convencional, aunque eso es ya materia para otra ocasión. En definitiva, todo un abanico de opciones que piden transformar la manera en que se ha concebido la construcción de viviendas y que deberá combinarse con muchas otras medidas para la gestión más eficiente tanto del parque resultante como del ya existente, en la línea de lo que proponemos desde la misión de Vivienda Adecuada del Compromiso Metropolitano 2030.

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Publicado por
Oriol Estela

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