Letras

Graziella Moreno: Juez y parte

Es pronto por la mañana y Graziella Moreno asoma por la puerta del bar, arrancándole unos minutos a la saturada agenda de su día para pedir “un té con leche y canela”. Acto seguido, repasa con laminera rapidez la oferta de bollería: “por ahí estoy viendo un rollo de canela que tiene muy buena pinta”. Adjudicado.

Recién premiada con el galardón Letras del Mediterráneo 2020 por su novísima novela El Salto de la Araña (AlRevés), esta barcelonesa nacida “en los prolíficos años sesenta”, que atesora ya seis novelas y varios relatos en la mejor tradición de la narrativa negra, iba para periodista, pero se quedó en juez.

“Mi intención era estudiar Periodismo, pero me quedé sin plaza. Me apunté a Derecho y me gustó. Después, pasé un año probando empleos varios, incluida la venta de enciclopedias, aunque no coloqué ninguna. Finalmente, me presenté a las oposiciones para trabajar en los juzgados como funcionaria y, una vez dentro, y como siempre me ha gustado complicarme la vida, pensé en preparar judicatura.

El resultado es que Graziella ha trabajado como juez en Amposta, Gavà, Martorell y, desde hace diez años, en Barcelona. Paralelamente, le dio tiempo a casarse y tener dos hijos. Casi ná.

Ficción con poca ficción

El caso es que, pese a la densidad de sus obligaciones familiares y laborales, la juez siguió aprovechando los escasos retales de su tiempo para seguir escribiendo.

–Tuve la suerte de publicar mi primera novela en 2015.

–Supongo que tu trabajo te sirve de inspiración para un montón de historias, ¿no?

–En mis novelas no invento nada, en ellas está el ser humano con todos sus matices.

Ese ser humano que, para bien o para mal, desfila ante sus ojos cada día. “Tengo un trabajo que me permite estar en contacto con la gente, con la sociedad, veo lo mejor y lo peor de cada uno, de lo que somos capaces”. En su trabajo es juez, en su mayor afición, la de escribir, es parte de todas esas personas que también es ella. Juez y parte.

Y la cosa va para largo, porque actualmente se halla ya trabajando en otra novela. “Ésta ha sufrido varias interrupciones, pero espero terminarla para 2021. Es una historia sobre la verdad y la mentira, sobre el amor y la traición”.

Moreno es juez en Barcelona y ha publicado seis novelas.

Prosperar en Barcelona

Orgullosa de haber conseguido con su esfuerzo lo mucho o poco que tiene, Graziella asegura no tener padrinos. “Dicen que el que la sigue, la consigue. En eso estamos”.

Y, cuando echa la mirada atrás, se patentiza que la cosa le viene de familia.

“Mis abuelos maternos y sus tres hijos vinieron desde Girona a buscarse la vida después de la Guerra Civil. Mi abuelo era carpintero y consiguió una vivienda cerca de la Catedral. Le recuerdo en el taller, trabajando, el olor de la madera. Mi padre estudió Medicina en Sevilla y, cuando terminó, vino a Barcelona a trabajar en lo que pudo hasta que las cosas le empezaron a ir mejor. Como a tantos otros, la ciudad los acogió y pudieron salir adelante”.

Unas notas de nostalgia acompasan la voz de la juez escritora, en rememorar aquella ciudad que ya no es la de su infancia y juventud, “la que recuerdo con más cariño”.

–¿Echas mucho de menos aquella Barcelona?

–Las cosas cambian y siempre nos parece que los tiempos pasados fueron mejores. Tal vez sea porque la memoria inventa los recuerdos y los endulza.

Como a tantos otros conciudadanos, de esta Barcelona de ahora no le gusta que pierda su identidad y detesta, especialmente, su especulación inmobiliaria: “El derecho a la vivienda digna está recogido en la Constitución y parece que a nadie le interesa acordarse”.

Por el altavoz de la radio del Bar se cuelan las noticias del día.

–Pon sólo música, por favor–, pide Graziella.

–¿Algo en particular?

Lanza una ojeada cómplice, sorbe un poco de su té con leche y canela y luego toma la palabra:

–Sorpréndeme.

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Publicado por
Alberto Valle

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