Calor, cariño y alegría. Eso es lo que se respira al entrar en el centro maternoinfantil Ave María de Santa Marta de Tormes, en Salamanca. Hay quien se refiere a este lugar –que acoge a madres solteras con niños de 0 a 4 años y a mujeres gestantes en dificultades– como “la casa de Chari”, su incombustible directora. Y es allí donde, desde hace varios años, echa una mano Marisol, Voluntaria de ”la Caixa”, para quien todas estas mamás y sus pequeños se han convertido en parte de su gran familia.
Hoy tienen taller de manualidades y de decoración de habitaciones. Con ayuda de algunas de las madres, Marisol organiza las mesas, las sillas y los materiales para la actividad: letras de madera con las iniciales de los niños, cajas a modo de joyeros que se pueden personalizar, pintura, pegamento, purpurina, tijeras… Mientras ellas realizan el taller, dos educadoras se encargan de cuidar a sus hijos. Como esta tarde hace calor, toca guerra de agua en el jardín.
Marisol trabajaba como subdirectora en una de las oficinas de CaixaBank en Salamanca. Un día apareció por allí Chari, se cayeron bien, ella le habló del centro que dirigía y, al poco tiempo, Marisol ya estaba colaborando como una más. “A mí el voluntariado siempre me había llamado la atención y, al conocer a Chari, empecé a ayudar en algunas cosas. Pero fue cuando me prejubilé que tuve tiempo para venir mucho más a menudo”. Aquí, Marisol hace de todo, desde cuidar bebés hasta atender el mercadillo de ropa usada que organizan regularmente, pasando por talleres de cocina o visitas culturales.
Las historias de las chicas que viven en Ave María son muy duras. Algunas pasan allí más tiempo que otras, pero la idea es que todas salgan preparadas para seguir con su vida en una situación mejor que la que tenían cuando entraron. Es difícil no implicarse con ellas. Marisol recuerda con especial cariño su relación con Babita, que hace años llegó embarazada y tuvo a su segundo hijo allí también. Marisol les ha visto nacer y crecer y, a día de hoy, que Babita vive fuera del centro, sigue manteniendo una estrecha relación con toda la familia.
Eso es exactamente lo que le ocurre a Marisol, que ahora forma parte de la familia de muchas de las madres que han pasado por aquí. Para ella, este voluntariado también es parte de su vida. “Cuando te vas, lo haces más llena, te sientes más útil y más satisfecha contigo misma. Es más lo que recibes que lo que tú das, de eso no cabe la menor duda”.
Texto: María Arranz
Fotografía: Miriam Herrera
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