La institución musical busca adaptarse a los nuevos formatos y públicos con iniciativas como el Liceu Mar, su futura segunda sede en el Port Vell, a la vez que afronta retos como el elevado precio de las entradas, según ha valorado su director general, Valentí Oviedo, en el ciclo Moments Estel·lars de ‘The New Barcelona Post’
Valentí Oviedo, director general del Gran Teatre del Liceu. © Marc Llibre
No hay turista que no haya pisado La Rambla. Asimismo, no hay barcelonés que no haya paseado por este emblemático y siempre transitada calle. Son mucho los edificios y motivos que hacen única esta vía y que la convierten en parada obligatoria para extranjeros y locales como, por ejemplo, dejarse maravillar con las prodigiosas voces líricas del Gran Teatre del Liceu. Una institución musical que no solo representa al espíritu de la Rambla, sino también al de una Barcelona que quiere proyectarse al mundo a través de su apuesta por la excelencia artística y la innovación.
La sala emblemática de la lírica enfrenta el futuro con el reto de atraer a nuevos públicos, pero sin olvidar sus más de 185 años de historia. “Las raíces históricas del Liceu son también aquellas que alimentan sus estrategias de futuro”, ha asegurado Valentí Oviedo, director general del Gran Teatre del Liceu, en una nueva sesión del ciclo Moments Estel·lars, organizado por The New Barcelona Post con la colaboración de Casa Seat, Barcelona Global, Must Media Group y Giny Barcelona, y moderada por el periodista y profesor de la UPF-BSM Toni Aira. Elementos como su vertiente pedagógica, la apuesta por el talento y la nueva creación, o la importancia de la colaboración publicoprivada han marcado la más que centenaria trayectoria del Liceu, pero son también la base de los proyectos con los que la institución encara el siglo XIX.
Con esta base, el teatro mira al futuro con la necesidad de repensarse constantemente para continuar emocionando a los nuevos públicos, y ya complementa su programación lírica habitual, con espectáculos de danza o sesiones especialmente para jóvenes, entre otros. Además, para adaptarse a los nuevos tiempos, el Liceu también tiene sobre la mesa un ambicioso proyecto para traspasar sus históricas paredes, tres décadas después del incendio que lo devoró, y abrirse al mar a través de una segunda sede.
Una segunda sala que también se situará en la Rambla, pero al final de todo de esta emblemática calle, en el Port Vell. El proyecto del Liceu Mar, que se anunció hace más de dos años, se frenó por la celebración de la Copa del América, y se ha reactivado después de descartarse que la competición vuelva a disputarse en la ciudad. Así, puerto y teatro firmaron a finales de octubre el convenio para convocar el concurso de arquitectura que definirá esta nueva equipación cultural.
Una nueva sala que, sin embargo, todavía no tiene una ubicación definida, ya que el acuerdo de intenciones de las dos instituciones no concreta su ubicación —a pesar de que en un principio se había situado en el antiguo cine Imax—, más allá de determinar que se encontrará en el Moll d’Espanya. El director general del Gran Teatre del Licey ha asegurado que desde la institución trabajan en este proyecto con la idea que se convierta “un proyecto compartido, que escuche y sume todas las voces y entidades relevantes”. El objetivo del teatro con esta segunda sede es complementar su programación habitual, ofreciendo en este nuevo espacio un ciclo internacional de ópera de nueva creación y reforzando su compromiso por los espectáculos de danza.
“El Liceu no solo es un teatro, sino que, con proyectos como el Liceu Mar, se convierte en un proyecto de país”, ha defendido Oviedo. Un proyecto de futuro compartido que, sin embargo, se fundamenta en los valores históricos del Liceu, como su vertiente pedagógica y educativa, ya que esta segunda sede también pretende reforzar la oferta familiar de la sala.
El teatro nació precisamente con esta clara vocación educativa, ya que semilla del teatro germinó en 1837 en el actual Portal del Ángel, con la idea de crear un conservatorio equiparable al Conservatorio de Musica y Declamación de Maria Cristina de Madrid. Así, en 1844 se decidió construir un nuevo edificio que albergara esta institución en el antiguo convento de los Trinitarios.
Para la construcción, también contaron con el dinero aportado por familias acomodadas que recibían, a cambio de sus aportaciones, el derecho de uso de lonjas y butacas. Un modelo de financiación publicoprivada que ha perdurado en la trayectoria del teatro hasta hoy. Con un presupuesto de 54,8 millones de euros por esta temporada, la mitad de los cuales provienen de las administraciones públicas y la parte restante es aportada por los ingresos propios de la institución musical. “La sala continúa con la voluntad de ser un teatro independiente, a pesar de su clara vocación pública”, ha enfatizado su director general.
Antes de decidir situarse en el Port Vell, desde el Liceu también estudiaron otras ubicaciones, como el Teatre Principal, actualmente propiedad del Grupo Balañà, que llegó a un acuerdo con Inversiones Hoteleras Atir, con José María Trénor como consejero delegado. “Esta es una sala que parecería la opción natural, porque es en la misma calle, a pocos pasos del Liceu, pero que, sin embargo, no dispone de caja escénica”, un hecho que imposibilita ejecutar los planes del teatro en este espacio.
Un proyecto ambicioso que pretende dar respuesta a las demandas del nuevo público del siglo XIX. Un objetivo que la sala de la lírica también persigue a través de iniciativas como Liceu under 35, sesiones especiales pensadas para menores de 35 años con precios bonificados. “El propósito de la sala es tocar, inspirar y transformar; nuestra motivación es intentar emocionar y transformar a las personas, y solo lo conseguimos si aquello que ponemos sobre el escenario es muy bueno”, ha recalcado Oviedo. Un propósito humanista que la sala persigue esta temporada con 206 funciones, que incluyen 13 títulos de ópera, 13 conciertos o recitales y tres espectáculos de danza.
“El Liceu es uno de los teatros mejor valorados, y lo es por su apuesta por la artesanía, por la producción propia, ya que siempre intentamos trabajar por la excelencia artística e incluso competimos con nosotros mismos respecto al año pasado”, ha remarcado el director general. De entre las 206 funciones de esta temporada, siete producciones cuentan con sello propio del Liceu, seis de ópera y una de danza, como el estreno mundial de la versión de la bisnieta de Wagner de Lohengrin, “La ópera tiene un lenguaje universal que impacta y emociona, que consigue que una sala con más de 2.000 personas vibre y esté conectada por una misma voz y emoción”, ha expresado Oviedo.
Aun así, a pesar de la apuesta por atraer nuevos públicos, el Liceu no se olvida de sus asistentes recurrentes, como los más de 15.000 abonados, con una edad media de 64 años —mientras que la edad del público no abonado se sitúa a los 45 años—. Además, la institución promueve la iniciativa Liceu Plus, su nueva plataforma digital, que no solo permite recuperar las grandes funciones que se han estrenado en la sala, sino también verlas desde una nueva perspectiva, como visualizarlas desde el punto de vista del regidor o desde el backstage, u observarla con la partitura en pantalla.
Pese a estos nuevos proyectos, el Liceu todavía tiene retos pendientes por afrontar, como el elevado precio de sus entradas, que lo sitúan como uno de los teatros con los tíquets más caros. “Las entradas para nuestros espectáculos no son todo lo accesible que deberían ser”, ha lamentado Oviedo, quien ha valorado que para poder rebajar los precios se tendrían que llegar a los 20 millones de euros de ingresos anuales a través de las entradas, mientras que ahora registran cada año entorno a los 18 millones. Dentro de los objetivos que se marca la sala en su Plan Estratégico para el periodo 2023-206, también queda pendiente la mejora acústica del teatro, así como apostar todavía más por las producciones propias.
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