La bienal internacional de arte contemporáneo descubre rincones olvidados por los locales y amplia la mirada cultural más allá de las fronteras de la capital catalana
Ambiente en las Tres Xemeneies de Sant Adrià de Besòs durante Manifesta. © Helena Roig
Habrá quien ha pisado por primera vez Sant Adrià del Besòs gracias a Manifesta, bienal nómada de arte contemporáneo que ha conseguido revivir a un icono que se había dejado morir como las Tres Xemeneies. Solo había que echar un vistazo a la masiva asistencia a esta fábrica abandonada fuera el día que fuera, con las redes sociales echando humo con las postales que ha regalado su programación artística, especialmente, las telas blancas de Asad Raza en la antigua sala de turbinas, los vitrales verdes de Alexandra Daisy Ginsberg y el laberinto de madera de Niel Albers. Todo esto, sin olvidar que ha hecho falta que viniera un evento internacional para hacer masiva una memoria ciudadana escondida entre contaminación y polvillo negro, recuperando el exquisito trabajo del taller fotográfico de la escuela Jara de la Mina.
Las Tres Xemeneies han sido las grandes protagonistas de una cita cultural que ha atraído a un total de 291.336 visitantes desde principios de septiembre hasta el pasado domingo, pero ha habido mucho más. “Manifesta ha demostrado que el visitante general (no el público general del mundo del arte) ha estado dispuesto a abandonar su ciudad para explorar la región metropolitana”, defiende la organización, siendo esta edición la más extensa en términos geográficos de todas las hechas desde 1996. Todo esto, con la sede barcelonesa, la Editorial Gustavo Gili, pasando bastante desapercibida.
Bajo la dirección de Hedwig Fijen, un total de 16 sedes se han llenado de obras artísticas que han puesto el foco en conflictos actuales como la desigualdad de género, el racismo, la memoria y la emergencia climática. Es ahí donde la Casa Gomis, la sede de El Prat de Llobregat, ha centrado el debate sin duda alguna, con los aviones que aterrizan en el aeropuerto haciendo retumbar su interior incesantemente, invadiéndolo todo. Un oasis en peligro si sale adelante la ampliación de la infraestructura que, ni que sea por unos meses, ha podido reivindicar su existencia. La próxima Manifesta, en 2026, se hará en la Renania del Norte-Westfalia de Alemania.
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