Isona Passola consigue el primer mandato de los socios del Ateneu y mantiene la presidencia de la casa
Entrada al Ateneu Barcelonès. © Pere Francesch/ACN
La candidatura L’Ateneu batega, encabezada por la cineasta Isona Passola, ha logrado mantener la trona directiva del Ateneu, imponiéndose así al regreso del antiguo presidente de la entidad, Jordi Casassas. Cada consocio viste un sombrero particular para analizar el mundo y discurrirá las causas de este resultado. Pero el Ateneu no vive aislado de las dinámicas del planeta en general (al contrario, suele anticiparlas, ¡y de ahí su gracia!) y diría que mis queridos ateneístas han valorado especialmente la economía de la casa —con un déficit histórico notoriamente reducido— y las magníficas obras de acondicionamiento del edificio a lo moderniqui. Igualmente, si me pongo un poco freudiano, también me atrevería a afirmar que a la mayoría de socios más veteranos de La Docta les ha gustado que Passola favorezca un cierto relevo generacional, con mayor presencia de jóvenes en el jardincito, pero bien tutelados por la presencia de sus padres.
En cualquier caso, servidor celebra que por fin se haya terminado la anomalía pandémica del primer mandato de Passola, que no pudo someterse a la votación de los socios a causa de las inclemencias del bicho plasta de Wuhan. En este sentido, cabe notar que la participación de estas elecciones —un 30,8% de los socios— ha descendido notoriamente respecto a los comicios del año 2017, donde moros, cristianos y adheridos que pasaban por allí logramos la bestialidad de llegar al 40,2%; espero que el dato no sea producto de una masa social más indolente y que, como dice el lema de los ganadores, el organismo todavía lata con buena salud, quizá incluso con una cierta taquicardia. Pese a mi voto, blanquecino a plena conciencia, me alegra que Passola haya revalidado el cargo; no comparto enteramente su proyecto, pero la he visto currar muy duro, sin miedo a promover cambios y arriesgarse al desgaste momentáneo que comportaban. That takes balls.
Dicho esto, y como se puso de manifiesto en el debate presidencial del pasado 18 de marzo, los socios de la casa hemos vivido una campaña electoral ciertamente sosa, mucho más centrada en reproches que en propuestas. Yo respeto mucho al antiguo presidente Jordi Casassas, pero me atrevería a afirmar que lo de ir a la contra sin proponer muchas alternativas, combinado con una cierta nostalgia por un Ateneu de otros tiempos a través de un lema bastante trumpista (ironías de la vida), ha penalizado el hipotético entusiasmo de su base; por otro lado, el hecho innegable de que él mismo fuera a buscar a Passola para animarla a presidir el Ateneu le quitaba bastante razón de ser a su curiosa idea de regresar a la zona de mando. Sea como fuere, a mí me ha entristecido ver a dos candidatos inmersos en una campaña demasiado doméstica (en el sentido más literal del término), obcecada en cómo se gestiona la despensa, en si hay mesa para comer y etcétera.
El Ateneu siempre marca la temperatura de la salud de nuestro tiempo e, insisto a todos aquellos a los que nos referimos con el maravilloso concepto de no socis, suele anticipar las palpitaciones del país. En este sentido, me atrevo a poder decir que vivimos un presente donde la gestión (por buena que sea) ha sustituido a las ideas y donde el riesgo cultural vive bajo un velado control. En este sentido, sorprende que ninguno de los dos candidatos haya podido explicarnos —aunque sea con una frase muy sencilla— qué debe ser una entidad como el Ateneu en el año 2025. Con esto no me refiero a aquello tan sobado y cursi de quien dice que ahora todo hay que repensarlo a la luz de la inteligencia artificial, la guerra de Ucraína, las fake news de Trump y su tía en patinete. No es esto; el tema de base sería más bien el de preguntarse cómo el Ateneu puede convertirse de nuevo en una entidad referencial, docta y rupturista en un tiempo en el que la nación padece una siesta eterna.
No acuso a nadie de carencia de ambición en las respuestas; a menudo, cuando pierdo tiempo y salud fumando en el Jardí Romàntic de la casa, yo mismo me hago esta pregunta y no consigo llegar exactamente a ninguna conclusión. Pero, al menos, me gusta enfrentarme a la cuestión. En cualquier caso, hay preguntas que se responden con el tiempo, y será curioso ver cómo evoluciona este Ateneu que, en efecto, parece que batega. Acabaré, sin embargo, regalando un consejo muy paternalista a los jóvenes de la casa; no os dejéis comprar por un precio demasiado bajo. Intentad, al menos, subir la apuesta.
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