Cada vez que hay un partido de la Copa del Rey de baloncesto, frente al Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid se forma un gran alboroto. El pasado 13 de febrero, no había largas colas, ni tampoco coloridas banderas ni puestos de bocadillos. Fuera, la vida parecía pasar como si nada; pero, dentro, se estaba disputando uno de los encuentros más especiales de la historia del estadio madrileño. Un encuentro que, para los niños y niñas de la Fundación Valsé y de la Federación de Plataformas Pinardi, fue el partido de sus vidas: el partido en el que se hicieron con la cancha.
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o es de extrañar que los niños y niñas en riesgo de exclusión social que participaron en este encuentro de baloncesto entraran al Palacio de Deportes —ahora WiZink Center— superemocionados, agitando en el aire sus pequeñas manitas: no todos los días uno tiene a su disposición un estadio de esta categoría para disfrutar de la magia del baloncesto.
En el encuentro, organizado por la Obra Social ”la Caixa” y la Liga ACB, hubo espacio para las sorpresas. Y es que los encargados de divertirse junto a los chavalines fueron los mismísimos jugadores y entrenadores del Real Madrid y del Movistar Estudiantes. Estrellas como Trey Thompkins o Melwin Pantzar y el entrenador Javier Zamora jugaron e interaccionaron con cada uno de los niños como si fueran uno más de su equipo. De hecho, resultaba simpático ver cómo los niños se ponían de puntillas para llegar a los jugadores y, estos, de cuclillas para acercarse más a los niños. Un gesto tan natural como significativo, símbolo del punto de encuentro y comunidad en el que se convirtió el Palacio de Deportes.
“El baloncesto te enseña que todo el mundo es siempre bienvenido, que da igual de dónde seas, cuántos años tengas o si eres chico o chica: siempre vas a tener a compañeros con los que hacer cosas juntos”, afirma Ludde Hakanson, jugador sueco que ha hecho del Movistar Estudiantes su segunda casa. Y la estampa le da la razón: ahí están niños que hace una hora ni se conocían abrazándose y compartiendo juntos la misma alegría.
“Un día como este para ellos es un estímulo, una vivencia que les fortalece mentalmente para seguir luchando y creciendo”, afirma Víctor Arteaga, pívot del Movistar Estudiantes. Lola Mesa, coordinadora del proyecto socioeducativo Chapuzón de la Fundación Valsé en el barrio de Tetuán, se posiciona en la misma línea cuando afirma que, al final, con lo que más disfruta es “viendo cómo, año a año, los niños van mejorando sus habilidades sociales o sus resultados académicos”. El otro día, los chavales se convirtieron por una tarde en jugadores de baloncesto. Mañana podrán ser todo lo que quieran ser.
Texto: Patri Di Filippo
Fotografía: Laura Carrascosa
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