Via Veneto
Josep Monje, David Andrés y Pere Monje.

Pere Monje: “Un cliente podría venir a diario a Via Veneto y seríamos capaces de no aburrirlo”

Al contrario de los cafés y restaurantes de la famosa Via Veneto que fueron reconstruidos al dedillo en Cinecittà para La dolce vita de Fellini, en el restaurante de Barcelona, del mismo nombre, no hay nada impostado. Todo lo que pasa aquí es de verdad.

Es una fría mañana de jueves en Barcelona cuando, por primera vez en mi vida, llamo al timbre del restaurante Via Veneto. Es temprano, así que el local está cerrado al público, aunque ya en marcha para el turno de comida. Mi primera toma de contacto con el que puede ser el restaurante más icónico de Barcelona ahonda en mi factor sorpresa. Encuentro un restaurante mucho más grande de lo que pensaba (la capacidad en el salón principal es de 50 personas, pero hay que sumarle otros 50 en los salones privados) y también más cálido y cercano.

Puede que sea la madera que forra las paredes, los espejos de formas sinuosas o la amabilidad natural con la que me recibe Pere Monje, segunda generación del restaurante, quien recogió el testigo y el buen hacer de su padre, Josep Monje, alma mater de Via Veneto. Tras un breve recorrido por un serpenteante pasillo, caminando por una moqueta tan mullida que hasta se me clavan los tacones, llegamos al último de una hilera de salones donde tiene lugar esta entrevista. 

 

Creado a la imagen y semejanza de los grandes restaurantes europeos de los años 60, Via Veneto nació fruto de una necesidad, la que la gauche divine catalana tenía para encontrar un rincón donde reunirse. Indiscutible fue también en este momento la figura de Oriol Regàs, el famoso promotor cultural catalán, quien dotó a Via Veneto del esplendor necesario para estar a la altura de toda esa inquietud e intelectualidad, y también de la afamada cocina francesa de la época. Era 1967 y aún no lo sabía nadie, pero nacía un restaurante llamado a convertirse en mucho más que un restaurante. “En los orígenes, mi padre se incorporó como camarero y con el tiempo fue ascendiendo hasta que a mediados de los años 70 se convirtió en el director, aunque no fue hasta 1982 cuando Via Veneto se transformó en un restaurante familiar”, cuenta Pere Monje. Desde entonces hasta hoy ha cambiado mucho, pero la esencia permanece, “el cliente está por encima de todo”.

Sala principal de Via Veneto en Barcelona
La sala principal del icónico restaurante de la calle Ganduxer de Barcelona.

La figura irrepetible de un hombre humilde

Via Veneto no se puede explicar sin la figura de Josep Monje, un hombre de origen humilde, de un pequeño pueblo del Pirineu, Pobellà, en el corazón de la Vall Fosca. Josep Monje no era el hereu de su familia y tuvo que irse a Barcelona para intentar construir su futuro. Durante muchos meses tuvo que dormir en el almacén de una tienda de unos conocidos de sus padres. Al cabo de un tiempo, encontró trabajo como camarero en Via Veneto, el restaurante que muchos años después dirigiría como propietario. Josep Monje encarna, todavía hoy, como muy pocos, tres cualidades en franca decadencia en nuestra sociedad: el trabajo constante, el espíritu de servicio y la absoluta discreción. Tres cualidades que ha contagiado felizmente a su hijo Pere.

Pere y Josep Monje hacen sentir al cliente como en casa.

Un escenario donde pasa la vida

El suave movimiento de los aires modernistas del local, los colores de las telas nobles y las impecables formas de Pere Monje aportan la calidez necesaria a una entrevista donde no hay contacto físico alguno y la conversación se mantiene con las mascarillas puestas. Es la nueva normalidad para todos, aunque unos de adaptan mejor que otros. “Via Veneto es más evolutivo y adaptativo de lo que parece. Se trata de un lujo cálido, de voluntad, donde el cliente se siente como en su casa”. Para conseguir mantener ese afán, los Monje siempre han optado por la sutileza. “Cada año cambiamos muchas cosas para conseguir que todo esté como siempre”. En los últimos diez años todo ha cambiado en Via Veneto y Monje asegura que no hay espacio sin reforma, “pero nuestras reformas se hacen intentando preservar el alma de la casa, lo que nos diferencia del resto”. Una sutileza que se ve reflejada hasta en su icónica veneciana, pieza que también han ido adaptando y ahora es más estrecha que en sus orígenes.

Cada año cambiamos muchas cosas para conseguir que todo esté como siempre

Ese respeto por el espacio del restaurante, un escenario por donde pasa la vida en el corazón de Barcelona, también se ha llevado a cabo en su propuesta gastronómica, que desde hace un par de años lidera el joven David Andrés, el cocinero de Igualada que hasta hace poco era jefe de cocina del Abac. Por sus fogones han pasado siempre grandes cocineros, pero lo más importante ha sido la propia casa y su manera de tratar al cliente.

Fruto de una necesidad de adaptación constante que ha acelerado su evolución en los últimos años, y que ni una pandemia mundial ha logrado frenar, hoy la cocina de Via Veneto se mueve entre tres ejes que recogen el presente de su carta, pero con un necesario guiño al pasado, con platos como el pato a la presse, el steak tartar o las costillitas de cordero a la brasa. La personalidad del chef y su ejecución extraordinaria se suman a la actualidad del mercado, con productos como las alcachofas de El Prat o la trufa blanca de Alba. Tampoco en la conversación pasamos por alto la bodega de Via Veneto, posicionada entre las cinco mejores del país, “con referencias muy especiales, pero de todos los precios”.

 

 Alta cocina en casa, también en Navidad

No son pocos los retos a los que Via Veneto ha tenido que enfrentarse a lo largo de sus más de 50 años de historia. De todos ha salido airoso, incluido el de la crisis de la covid-19. “En todos nuestros años de historia nunca habíamos hecho nada parecido a un delivery. Sin embargo, hemos sido capaces de crear un nuevo canal de forma rápida, eficaz y precisa”. La obsesión de la familia Monje por la satisfacción total del cliente hace que Pere Monje solo se muestre “razonablemente satisfecho” con la puesta en marcha de su proyecto de take away y delivery, gracias al cual podemos disfrutar de alta cocina en casa como si cada día fuera una fiesta, también ahora y a pesar de que se encuentren abiertos.

En todos nuestros años de historia nunca habíamos hecho nada parecido a un delivery

Bodega del restaurante Via Veneto
La bodega de Via Veneto, posicionada entre las cinco mejores del país.

“Para estas Navidades continuaremos con la propuesta y ya hemos preparado los menús para los días más especiales”. No faltarán, claro, platos como la escudella, la carn d’olla, el capón o los canelones de Sant Esteve. Y si alguien quiere disfrutar de los platos de Via Veneto durante estas fechas tendrá que ser así, ya que el restaurante ha colgado el cartel de completo en sus salones para los días más señalados de Navidad. “Los restaurantes hemos demostrado que podemos llevar a las casas platos a un nivel de ejecución como los que hacemos en el restaurante cada día, más allá del fast food”.

Mérito no le falta a un restaurante que lo tenía doblemente difícil, ya que uno de los grandes atractivos de Via Veneto es la experiencia presencial, lo ceremonial de sentarse a una de sus mesas. Por eso, aunque la adaptación a la normalidad en un lugar donde la sobremesa es tan importante ha costado, parece que la cosa funciona. “Respetamos escrupulosamente todos los protocolos de higiene, hay ventilaciones diarias completas y por la noche ionizaciones los espacios, así que el cliente se siente seguro y tiene ganas de venir”.

El chef David Andrés - Via Veneto
El chef David Andrés.

Un futuro clásico, pero moderno

Tras una conversación cara a cara, le pido al señor Monje (así es como todo el equipo se dirige a él), que me acompañe por un recorrido a pie por el restaurante. A medida que se van desvelando los espacios ante nosotros, Monje se muestra firme al añadir que “todas las ciudades del mundo necesitan estos rincones con historia que tienen absoluta vigencia porque han sido parte de la vida de los locales y sus generaciones”. Pere Monje tiene claro que en el futuro de Via Veneto no habrá cambios sustanciales, “ni tampoco en la sociedad, tras este año tan extraño que ya toca su fin”.

Comedido, precavido y tremendamente educado, sí se atreve a vaticinar que lo que seguramente quede sea un avance de horarios e incluso los hábitos de higiene que mantenemos. “Nuestra voluntad es seguir hacia adelante como hemos hecho siempre”. Que Via Veneto es un restaurante clásico pero moderno es una descripción que a los Monje les encanta utilizar. De ahí que uno de sus esfuerzos diarios pase por tratar de eliminar “esa barrera psicológica generacional” para que cada vez más gente joven acuda al restaurante. Desde que se convirtió en la marca gastronómica del Festival de Cap Roig, el restaurante se ha abierto más que nunca a una nueva clientela más joven, que seguramente no había visitado nunca su comedor y sus salones.

“Un cliente podría venir a diario y seríamos capaces de no aburrirlo”, afirma, rotundo, Pere Monje sobre Via Veneto, el restaurante que lleva más años conservando una estrella Michelin, y miles de historias que jamás serán contadas.