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Planeta Batlló

El espectáculo de mapping 'Structures of Being', proyectado este fin de semana en la fachada de la Casa Batlló, es una buena muestra de la innovación experimentada por estas expresiones artísticas y un fiel homenaje a la esencia de Gaudí, un genio naturalista instalado en medio de una cuadrícula

A las siete menos cinco minutos, el último piso de la Casa Ametller cerraba la luz y las cortinas. Como diciendo que, si la niña guapa debía lucir en su fiesta, no será el viejo terco Puig i Cadafalch quien trate de desviar las miradas. Venga, que se quede todo a oscuras y que comience el espectáculo de luces. Pero antes nos han proyectado un código QR en la parte superior en la fachada que se supone que debe ser un regalo, pero que la mayoría de asistentes no puede abrir porque resulta que entre la Casa Batlló y el público hay, oh sorpresa, ramas de árboles. Por tanto, nos quedamos sin saber nada del regalo, pero el mapping empieza puntual a las siete y se alzan, como antorchas de fuego azul en una liturgia futurista, los teléfonos móviles. Nuestros nuevos ojos, nuestro cerebro, nuestra nueva extensión del alma. Realidad capturada, muy pronto en nuestras pantallas.

El mapping que ha creado Sofia Crespo sobre la piel de la niña de los ojos de Gaudí es una muestra de la inmensa evolución de esta disciplina, ya sea por los avances tecnológicos o por el talento de la artista argentina, si nos ponemos a recordar las primeras flipadas ante el Ayuntamiento por la Mercè de principios de milenio. Ahora el mapping es fluido, ágil, de plastilina, no tiene tiempo para realizar demostraciones de poder y, en cambio, danza al ritmo de las neuronas, es decir rápidamente, como en los sueños más trepidantes. A diferencia de lo que ha sucedido esta Navidad en el Hospital de Sant Pau, que por bonito que fuera era mucho más previsible (y mucho más rígido), el mapping de Crespo es poético y onírico y entiende muy bien de qué va esta pieza de arquitectura comestible.

Afortunadamente, los constructores del Eixample hicieron caso de Cerdà sólo hasta un punto y no sólo bautizaron las calles con nombres, como Dios manda, sino que además pusieron casas en forma de dragón, sinuosos párkings de aviones, castillos de la Bella Durmiente, palacios de caballeros oscuros y residencias con techo de crocanti. El Modernismo demostró a Cerdà que la imaginación no es igualitaria, porque el cerebro no tiene forma de cuadrícula y el alma, menos. Lo cual es además una advertencia para el mundo digital: más pequeñas (y justificadas) dosis de Crespo y menos proliferación de salas inmersivas. La realidad, la naturaleza, el arte, el humanismo, pero también nuestra paciencia, merecen un respeto.

Crespo nos ha presentado un Big Bang y una alternativa teoría de Darwin cargados de belleza y surrealismo, donde no se puede retener mucha imagen por mucho rato

Se nota que Sofia Crespo es pionera en explorar la vida orgánica y su evolución mediante la Inteligencia Artificial, lo que facilita que Structures of Being baile con total armonía con el concepto de la Casa Batlló: agua, fondos marinos, formas animales, pieles vivas, organismos unicelulares o multicelulares que simplemente se limitan a existir y a estallar de color. Casi-peces, virtuales medusas, semi-réptiles, inéditas flores, astros salidos de Avatar, ninguno de ellos sin una forma demasiado sólida ni que aguante más de dos segundos en la fachada, porque así es como son los delirios, es decir, así es como es la vida, ese mundo en el que vivimos y en el que no vivimos: loco, frenético y maravilloso.

La textura se estira progidiosamente bajo los designios de Crespo y las ventanas y los balcones se convierten en casi pasta de papel hundida que podría haber sido de otra manera, tener otra forma, pero que por designios de la belleza han resultado tener la forma que el Gran Arquitecto le dio. Microscopio pero también telescopio, una especie de gran beso lleno de fantasía, porque nos vamos a dormir preguntándonos todavía qué ha pasado. No ha pasado exactamente Gaudí, hoy, ni ha pasado exactamente el Modernismo, sino que ha pasado el origen de todo, que es lo que conforma la originalidad.

Crespo nos ha presentado un Big Bang y una alternativa teoría de Darwin cargados de belleza y surrealismo, donde no se puede retener mucha imagen por mucho rato y donde las formas que han impactado en las retinas no acaban de querer dejar de ser amorfas. Todo ello acompañado de la música de Robert M. Thomas, medio inquietante medio canción de cuna, y también basada en la técnica de los algoritmos: la tecnología puede dar mucho miedo, pero tampoco tiene por qué tener un sonido excesivamente frío. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de que pegue con la imagen y se sincronice: y eso, las olas de Crespo y las ondas de M. Thomas, lo consiguen.

Mapping ‘Structures of Being’ en la Casa Batlló.

El mapping innova, como Gaudí dejó en calzoncillos el Modernismo, y ahora utilizan redes neuronales artificiales (IA) como herramienta: algoritmos que extraen patrones visuales de unos datos, por lo que no vemos exactamente conchas, o exactamente costillas, pero en todo momento nos ha parecido ver algo muy familiar. Criaturas inexistentes, pero basadas en la existencia, lo que hoy llaman interpretación de datos. El resultado es tan marciano como terrenal, tan imposible como hecho de piedra y ladrillo. Como elemento científico y medioambiental aportado en el proyecto, el Barcelona Supercomputing Center ha participado en la secuencia acuática aportando modelos de la circulación oceánica en alta resolución. Y como créditos de producción y dirección, la feria Integrated Systems Europe (ISE), que se celebra desde este martes en Barcelona, ​​y el equipo de Entangled Others, al que hace poco veíamos exponer su interpretación de la esencia arquitectónica de Domènech i Montaner en el Palau de la Música.

Lo que decíamos: hasta que llegue el turno de Puig i Cadafalch, mejor que éste cierre la cortina y se ponga a dormir. Estas ocurrencias anarco-románticas ya no respetan el orden, ni la cuadrícula, ni la cordura, ni la academia, ni nada.

‘Mapping’ en la Casa Batlló, en el Paseo de Gràcia de Barcelona.
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Publicado por
Jordi Cabré

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