“Geometry of Light” no es sólo una intervención artística. Creada específicamente para el Pabellón Mies van der Rohe por Luftwerk en colaboración con Iker Gil, supone una continuación de los esfuerzos por repensar la vivencia del espacio, tan característicos del edificio que el arquitecto alemán diseñó para la exposición universal de 1929, y que fue reconstruido en 1986. Haces de luz idean lugares que desaparecen luego, para recrearse nuevamente, siempre distintos. Una experiencia estética de alta intensidad, acompañada de la música de Oriol Tarragó, que puede vivirse hasta el 17 de febrero.
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a instalación comienza a fulgurar con la caída del sol. La simplicidad de las líneas del pabellón Mies van der Rohe, ya a oscuras, se perpetúan en haces de luz roja. Aparecen y desaparecen creando estructuras imprevistas, pero de impecable geometría. El proyecto artístico Luftwerk, compuesto por Petra Bachmaier y Sean Gallero, habilita junto a Iker Gil y el músico Oriol Tarragó una experiencia que es referida como “inmersiva”. El término sugiere la entrada en un elemento distinto, apunta a un tipo de vivencia del espacio que contrasta con la habitual. Y, en efecto, lo que el visitante siente al ingresar en el recinto del Pabellón Mies van der Rohe es difícilmente comparable a cualquier otra experiencia espacial.
El fenómeno físico, la luz que se desplaza en perfecta linealidad, suscita la creencia en su materialización arquitectónica. Las formas puras, enteramente mentales, se intuyen reales. Aunque por un lapso brevísimo, pues desaparecen.
La admiración por lo que es visto se altera a cada instante al dejar de ser y encontrarse distinto -con el mismo rigor- en otro lugar. El espacio es recortado, artificiosamente delimitado por la quimérica línea recta, que busca crear ámbitos. Pero en su noble pretensión, la arquitectura no es sólo pragmática, combina el abrigo de los elementos potencialmente dañinos con la concepción de un espacio para la vida: la vivencia de un interior en que se encuentran interioridades, en que se han de dar las mejores condiciones para que discurran las actividades humanas. Un clásico como Bruno Zevi ha recordado con valiosos y diversos ejemplos el verdadero rol de la arquitectura, poniendo siempre el énfasis en la creación de espacios.
ESPACIO INTERIOR Y VIVENCIA DE LO ABIERTO/CERRADO
La instalación Geometry of Light potencia la vivencia del espacio. En tanto que autorreflexión acerca de la experiencia arquitectónica, en realidad continua la senda de Mies van der Rohe. La reducción al mínimo o la maximización de la simplicidad, hasta la valoración de la proporción en lo intangible: “En la arquitectura, la cuestión de la proporción no siempre se refiere a la de los objetos en sí, sino, muchas veces, a la proporción entre los objetos. No hay nada, pero aún así existe una proporción”. Las líneas curvas aparecen sólo en los dibujos falsamente geométricos de la fantasiosa pared de ónice y del mármol travertino, así como en la escultura de Georg Kolbe, ubicada en el estanque “interior”. También en la cortina roja y, a modo de accesorio, en las confortables y tan imitadas sillas Barcelona. La creación de un espacio cerrado/abierto, impensable a finales de los años veinte -cuadratura del círculo, el albergar actividades humanas y al mismo tiempo abrirse a la experiencia de lo circundante- es sugerida mediante la tecnología y la música 90 años después.
Como Hegel, Mies van der Rohe creía que cada arquitectura reflejaba la esencia de su época. La intervención de Luftwerk e Iker Gil confrontan al visitante con la realidad del espejismo arquitectónico, al delimitar o delinear hábitats que no existen, que cambian de lugar constantemente -creando otros posibles lugares- y fluctúan entre la materialidad y la abstracción. La libertad en la experimentación de los espacios parece, a través de Geometry of Light, dar el salto a una apertura digital, atractiva pero siempre esquiva. Frente a la clausura absoluta de ciertas formas arquitectónicas, se produce aquí una experimentación del espacio que nada cierra del todo, proyectándose las posibilidades todas en una libre circulación soñada, la de la arquitectura sin muros. Sintomáticamente, puede verse sólo en ausencia de luz diurna.
A la simplicidad de Mies van der Rohe la instalación lumínica aporta una suerte de ensoñación frenética, animada por la música, que se alterna con la racionalidad de planos y cuadrículas
Toda experiencia del espacio es ya una experiencia estética. En su Lógica del límite Eugenio Trías hablaba de la afección subliminal de la arquitectura. La inmediatez con que condiciona el ánimo, apenas consciente en el implicado, se debe a resortes sin duda objetivables. Pero como sucede con la música, ese otro arte con el que ha sido asociada -tanto por la importancia del número, de la regularidad como por el carácter pre-consciente de su incidencia-, no hay modo de sentir lo que el otro siente, ni por tanto expresarlo. A la simplicidad de Mies van der Rohe la instalación lumínica aporta una suerte de ensoñación frenética, animada por la música, que se alterna con la racionalidad de planos y cuadrículas. En su cambiante proyección, parecería habilitar incluso las vivencias inexistentes, aún por vivir.
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