Letras

Raquel Gámez: La niña que soñaba con escribir y se atrevió a hacerlo

“De enana me encerraba en mi cuarto para escribir historias, poemas, incluso un diario con noticias nacionales e internacionales que luego vendía a diez pesetas”, Raquel Gámez sonríe ante un recién servido pincho de tortilla y una copa de Somontano tinto, antes de añadir: “Ya ves, lo mío viene de lejos”.

Premiada y aplaudida escritora en lengua catalana con varios títulos de relato y novela negra en su haber (el drama carcelario A la seva pell, No diguis res o Els CIE o la il·legalitat institucional), lo suyo es, ahora, vivir aquel sueño que ya alimentaba desde niña: “Ocurrió el año pasado, fue entonces cuando decidí a abandonarlo todo y dedicarme exclusivamente a lo que me apasiona, a leer y escribir”. Un paso muy valiente.

— Menuda satisfacción, poder vivir de lo que a uno realmente le gusta.

— ¡Sí! Lo que más me reconforta es seguir aprendiendo y avanzando. Esa sensación, la del descubrimiento, no es equiparable con nada.

Asegura andar metida, ahora mismo, en los últimos retoques “de una nueva novela que saldrá publicada el año que viene, además de otra de la que estoy corrigiendo un primer borrador”. Se toma un segundo de silencio antes de dibujar en su rostro una mueca cómplice y anunciar: “También hay otro proyecto que me hace especial ilusión, pero que todavía no puedo revelar. Ya sabes —guiña el ojo—, por aquello del mal fario”.

El largo camino hacia la escritura

Antes de poderse dedicar por completo a escribir y a trabajos relacionados con la literatura, como dar clases de escritura creativa, Raquel se ha desenvuelto en distintos ámbitos. “Por mi formación académica he estado vinculada a proyectos sociales, como profesora o como educadora social”, explica.

— ¿Y lo de meterte en el tema de la novela negra?

— Hace nueve años que estudio el género criminal.

Algo menos de una década en la que no se puede decir que se haya estado quieta, tal y como atestiguan los cinco títulos que tiene publicados en editoriales como Crims.cat o Llibres del Delicte, y la participación en cuatro antologías de relatos. “También soy la autora de Assassinat de Cambra, una actividad del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) que me propusieron con motivo de la inauguración de la colección del Renacimiento y Barroco. Todavía sigue programada, por si a alguien le apetece ir”.

Y, tras esta apostilla, Raquel Gámez se concentra momentáneamente en su tapa y en su copa, antes de recorrer con su mirada un espacio elíptico que la transporta a un pasado remoto, hace más de dos décadas, recordando sus inicios. “Por entonces trabajaba de lo que podía para pagarme la carrera. Camarera, administrativa, azafata, monitora, agente inmobiliaria, profesora de crochet y hasta gogó”.

“¡Qué tiempos!”, exclama, antes de dar por liquidado el vino tinto y pedir otro, con su tapa, “porque no me suelen gustar los platos combinados y los menús encuentro que son excesivos”.

También es la autora de Assassinat de Cambra, una actividad del MNAC que le propusieron con motivo de la inauguración de la colección del Renacimiento y Barroco, y que todavía sigue programada.

Una Barcelona recorrida con nostalgia

“Nací y estuve viviendo más de veinte años en esta ciudad con la que tengo una relación extraña. La nostalgia siempre me hace volver. Es como una necesidad: perderme por sus calles, pisar sus panots de flor. Pero cuando regreso a casa, entonces sé por qué me fui. Sé que ya no es la Barcelona donde me crie”, argumenta la escritora con un leve hilo de tristeza acompasando la voz, que se torna más agresiva cuando el centro de internamiento de extranjeros de la Zona Franca se cruza por su pensamiento. “¡Deberían cerrarlo! —sentencia con un palmazo sobre la formica de la barra. ¡Ése y todos los demás!”.

Tras unos tragos, no obstante, Raquel opta por centrarse en lo que ama y añora de la ciudad que se localiza fundamentalmente en un punto muy concreto de la misma: la Plaza Real. “Es uno de mis lugares favoritos. Solía ser una asidua, tanto de día como de noche. Al principio iba a escuchar jazz y acabé bailando swing. Desde que tengo la costumbre de levantarme a las seis y media para escribir, sólo voy puntualmente. Pero… ¡la de personajes interesantes que hay!”.

— Desde luego, en esa plaza ha pasado casi todo lo interesante que le ha ocurrido a esta ciudad en sus últimos doscientos años. Y sí, la variedad y color de los personajes que han pasado y pasan por ahí son alucinantes.

— Desde luego —ríe ella apurando ya la segunda copa. ¡Fíjate que hasta acabé casada con uno de ellos!

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Alberto Valle

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