Escritora Rosa Ribas
La escritora Rosa Ribas. © Marc Llibre
ENTREVISTA A ROSA RIBAS

“Cuando vienes de la periferia, Barcelona te hace notar que no eres de la ciudad”

Rosa Ribas repasa su biografía narrativa y lectora en 'Peces abisales' (Tusquets), una compilación de anécdotas que explica cómo nació y se formó esta escritora de novela negra que no olvida sus orígenes, siempre ligados a El Prat de Llobregat

Hablando un rato con Rosa Ribas (1963), sales con un par de recomendaciones para comer en su Prat de Llobregat natal, donde creció detrás de la barra de un desaparecido local de tapas regentado por sus abuelos, descubriendo la diversidad de orígenes de los vecinos de un pueblo que fue agrícola y se industrializó muy rápidamente. La escritora celebra el sentimiento periférico que la acompaña desde siempre, incluso, cuando se fue a vivir durante casi 30 años a Alemania, donde no decía que venía de Barcelona, a pesar de que El Prat no lo conociese nadie.

Graduada en Filología Hispánica y doctorada en Lingüística por la Universitat de Barcelona (UB), Ribas ejerció como profesora durante años en las universidades de Frankfurt y Heilbronn. Desde 2008, solo se dedica a escribir, consiguiendo hacerse un nombre como escritora de novela negra, con personajes como la comisaria Cornelia Weber-Tejedor y la familia de detectives Hernández. Ahora utiliza por primera vez la primera persona del singular en Peces abisales (Tusquets), donde explica sus inicios narrativos, pasándolos por el filtro del humor para no dejarse nada en el tintero.

— ¿Cómo empieza a escribir?

— Primero tengo una idea que sé que será el motor de la historia. Entonces, le vas dando forma. Muchas veces, se te van ocurriendo escenas y diálogos que sabes que tendrán que salir en la novela. Las vas dejando en el manuscrito, pero todavía no sabes dónde irán a parar, y van quedando como unos puntitos que flotan. Mientras tanto, vas construyendo la historia, pensando qué pasará y dónde te llevará, aunque tengo que decir que no soy de planificar excesivamente porque me aburro. Además, como yo escribo a mano, con lápiz, esta escritura más lenta hace que tengas tiempo para ir teniendo nuevas ideas, cambiando un poco el plan original, sobre todo en las historias secundarias. Es un trabajo muy orgánico, donde no hay fase 1, fase 2 y fase 3, sino que las diferentes etapas se van mezclando un poco y en algún momento crees que ya has acabado y empiezas a revisar, cortar y sacar.

— Y tendrá que pasarlo a limpio.

— Lo hago a la vez. Escribo con lápiz, sobre todo por la mañana, que es mi hora buena, y lo paso a limpio por la tarde. Es cuando sabes si vale o no. Muchas veces, cuando lo escribo a ordenador, me doy cuenta de que todo aquello se podía haber dicho en una frase. Cuando tengo un poco de texto en el ordenador, me gusta mucho imprimirlo y trabajar sobre papel. Guardo siempre las primeras páginas, donde he estado escribiendo por todas partes, por detrás, por los lados… Es muy físico. El ordenador es la parte donde queda fijada, lo vas guardando para que no se pierda, pero ahí no pasa nada tan interesante. Además, delante del ordenador no me vienen ideas. Yo con papel y lápiz es como trabajo más a gusto. Siempre voy con el estuche y las libretas. Y el sacapuntas.

 — ¿Por si le llegan las ideas en la calle?

— Siempre voy con todo el equipo. Si no quiero llevar bolso, cojo una libreta muy pequeña. Muchas veces no la uso, pero, si no la llevo, seguro que me viene algo. Y el móvil me da mucha pereza.

“Yo con papel y lápiz es como trabajo más a gusto. Siempre voy con el estuche y las libretas. Y el sacapuntas”

— ¿Desde cuándo escribe?

— Escribir, creo que desde que tengo memoria, pero, escribir sin vergüenza, enseñando lo que hago, empecé hacia el 2004 con mi primera novela. Recuerdo que, una vez que vine a impartir una charla a un cole de El Prat, me saludó una señora y me dio recuerdos de su marido, que había sido profesor mío. Y pensé, “ostras, don Juan, fue él”. En clase se cansó de escucharme porque siempre hablaba mucho y un día me dijo, “Ribas, seguro que lo que estás contando es muy interesante, ¿por qué no lo pones por escrito?”, y me puse a escribir. Siempre me pedía que escribiera cuentos y me hacía leerlos delante de la clase, y mira que era muy vergonzosa. Yo creo que aquí empecé a ver que sabía hacer una cosa que conseguía que todo el mundo me escuchara. El día que más me gustó fue cuando escribí un relato muy triste y vi que el chico que me gustaba, el fuertote de la clase, se emocionó. Pensé, “hostia, ¡qué poder!”. Creo que fue en ese momento que supe que aquello era lo que quería hacer.

— Pero primero estudió Filología Hispánica y fue profesora de universidad durante años en Alemania. 

— Me frené mucho. Tenía mucho miedo porque era lo que más me gustaba y pensaba, “¿y si me tiro a la piscina y no funciona?”. Estudias una carrera, te doctoras, te haces profe… Está muy bien, pero siempre hay una cosa que es la que tú quieres ser de verdad y llega un momento en el que dices, “oye, si no lo hago, seré la tía brasas que dirá yo quería ser escritora”, y los otros pensarán que ya está otra vez la pesada esta. Entonces, con algo más de reflexión, pero con esta imagen horrorosa en la cabeza, llegó el día en el que pensé que lo tenía que hacer.

— Y, ¿cómo fue el salto?

— La primera novela que escribí, El profesor visitante, me la devolvieron todas las editoriales a las que la había enviado. Pero esto quería decir que estaba mal. Solo he conservado un ejemplar impreso de los que me devolvieron y lo tengo guardado como un tesoro. La primera no funcionó, pero sí que lo hizo la segunda, El pintor de Flandes (Roca Editorial). Unos años después, hacia el 2008, pensé que tenía que dedicarme solo a escribir y dejé la universidad. Cuando fui a la oficina del paro, fue divertido porque me dijeron que era la primera vez que una profesora titular lo dejaba y me avisaron de que no me podrían volver a encontrar trabajo en la universidad. Pero, pensé, prueba y, si no sale, daré clases de español y ya está, de esto en Alemania siempre hay trabajo y a mí me gusta mucho. Pero, por suerte, no hizo falta. Siempre digo que acabo de empezar, pero ya llevo unos añitos.

Entrevista escritora Rosa Ribas
La primera novela que escribió Rosa Ribas, El profesor visitante, no se llegó a publicar, pero la escritora guarda un único ejemplar como si fuera un tesoro. © Marc Llibre

— Todo esto que explica está muy presente en el último libro que ha publicado, Peces abisales (Tusquets), una especie de autobiografía como escritora.

— Es un libro muy personal, es la primera vez que escribo desde un yo. Creo que fue cuando volví a Barcelona, después de estar 30 años viviendo fuera, cuando empecé a hacer un repaso de qué es lo que he estado haciendo y de cómo he llegado a ser la escritora que soy. Fueron saliendo pequeños textos, algunos los había ido publicado en columnas en El Periódico, y vi que era un tema que estaba pidiendo otro formato, necesitaba mucho más espacio. Mi editor, Juan Cerezo, me dio carta blanca para escribir este Peces abisales. Todo ha ido saliendo de una manera casi orgánica, un texto llevaba al otro, se iban ligando las anécdotas, que son siempre el punto de partida de cada capítulo, y toda la reflexión sobre la escritura, la literatura, la lectura…

— ¿Por qué este tipo de peces?

— Son los que nadan más abajo, donde no llega nunca la luz y solo viven estos seres extraños y muy resistentes. Me gustaba imaginar que con este libro salen a la superficie historias que estaban muy guardadas, iluminándolas por el humor y la ironía, que es lo que te permite explicarlas.

Peces abisales es un libro muy personal, es la primera vez que escribo desde un yo”

— ¿Cómo ha llevado la primera persona del singular?

— Yo estoy siempre, lo único que no tan de cara. A mí me gusta mucho defender siempre la ficción como el lugar más libre para escribir porque creando un relato puedes hablar de las cosas más difíciles, lo puedes poner todo ahí dentro. Esta vez he ido sin la máscara que te da la ficción, pero hablo de recuerdos, que también son relatos que ya están muy cambiados porque cuando los explicas los vas creando sobre la marcha.

— Peces abisales llega después de la última entrega de la saga protagonizada por la familia de detectives, los Hernández. ¿Habrá una continuación después de Nuestros muertos (Tusquets)? 

— Esta es la pregunta del millón. Cuando empecé a escribir el primer libro, Un asunto demasiado familiar, pensaba que se acababa ahí. Nunca pensé que haría una serie. Pero me di cuenta de que tenía mucho recorrido y que era una pena no darles más cuerda. A media novela ya vi que haría una serie. Entonces, cambié la estructura de la historia y dejé abiertos algunos hilos, sobre todo de la historia familiar, para poderlos continuar más adelante. La segunda, Los buenos hijos, ya tenía muy claro que no era la última, que habría una tercera. Cuando empecé Nuestros muertos estaba muy convencida de que sería la última, pero, a medida que la fui escribiendo, me di cuenta de que no, que no es el final, que tengo muchas más cosas a explicar de ellos. Yo noto que habrá otra novela, al menos una más.

Trilogía Rosa Ribas
Parece que todavía le queda algún capítulo más a la historia de los detectives Hernández. © Marc Llibre

— ¿Por qué decidiste narrar la vida de una familia de detectives?

— Tenía ganas de escribir sobre la familia y, sobre todo, tenía los instrumentos. A mí es una cuestión que me interesa mucho, pero me parece muy, muy compleja. Quería una novela que hablara de una familia, sobre sus relaciones, y luego pasé a los secretos, que van casi automáticamente asociados a este tema. Aquí es cuando tuve la idea de hacerlos detectives y jugar con la paradoja de que ellos son especialistas en descubrir secretos, pero no conocen los que hay en su propia casa. Después ya tuve que decidir cómo construía esta familia y qué conflictos tenía. El caso y la familia acostumbran a ir asociados. Sé que tengo una nueva novela cuando tengo una idea para una investigación que tocará algún aspecto de sus relaciones.

— Es de El Prat de Llobregat, pero los Hernández viven en Sant Andreu. 

— La ambienté en Sant Andreu porque no podía ambientarla en El Prat. En una novela que escribí, La detective miope (Debolsillo), uno de los casos pasaba en El Prat. Era la historia de un hombre que notaba que le estaba cambiando la fisonomía y las facciones se le iban haciendo más grandes. Él era director de una sucursal bancaria, no puse cual. De golpe, un día, mi hermana me dice: “La que has liado. Estaba en la plaza y había unas que se habían leído la novela y no sabían si era el del Banco Sabadell o el de La Caixa”. ¿Qué pasa? Estas ciudades a las que no se las ha escrito, no hay tradición de que haya cosas que pasan aquí y la gente piensa que estás hablando en clave sobre gente real. De Barcelona se ha escrito tanto, que nadie piensa que estás hablando de este o de aquel.

“Estas ciudades a las que no se las ha escrito, no hay tradición de que haya cosas que pasan aquí y la gente piensa que estás hablando en clave sobre gente real”

— En Peces abisales, sí que hay mucho Prat. 

— Si haces una historia que habla de tu niñez, no puedes cambiar el lugar. Esto tiene que pasar aquí, no es lo mismo haberse criado en El Prat que haber crecido en Barcelona. Es muy diferente. No es lo mismo ser periférico que ser de la capital.

— ¿Por qué?

— Es una sensación de no acabar de pertenecer. La encontré muy bien reflejada en Paseos como mi madre de Javier Pérez Andújar. Tú te has pasado la vida entrando y saliendo de Barcelona, pero no eres parte de esta ciudad. Es muy difícil serlo porque te has criado en la periferia, con el sentimiento de estar viviendo fuera. Sientes que tú no has vivido en el lugar donde pasan las cosas, todas las cosas interesantes estaban en Barcelona y tú tenías que ir y después volver. Eras como un ser extraño y Barcelona, de alguna manera, esto te lo hacía notar, no sabías cómo, pero tú siempre sentías que no eras de ahí, tú no habías nacido en ninguno de los barrios, ni siquiera en los barrios de la periferia. Tú venías de otro planeta y por la noche volvías allí. Ahora todos quieren venir hacia aquí, pero, cuando todavía estaba la Papelera, volvías en tren de la uni, cansada y medio dormida, y te despertaba la gente diciendo, “Oh, ¡qué mal olor! ¡Seguro que estamos en El Prat!”. Creo que todo esto marca mucho tu forma de estar en el mundo. Eso sí, yo pongo que soy de El Prat incluso en el carné de identidad y a mucha honra. En Alemania era mucho más glamuroso decir que eras de Barcelona, pero a mí no me salía, yo decía que era de El Prat de Llobregat y me miraban rarísimo, pensando, “esto dónde está, ¿en Turquía?”. Para mí, es muy importante este sentimiento periférico. Aunque ahora me haya mudado a Sants, yo soy una chica de El Prat que vive en Barcelona.

Rosa Ribas El Prat
Rosa Ribas en la Plaza de la Vila de El Prat. © Marc Llibre