El acceso a la cultura se considera un derecho fundamental, recogido incluso en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aun así, a menudo, cuando se piensa en derechos culturales, se acostumbra a mirar del punto de vista del espectador, cuando este visita una exposición de arte u observa una representación teatral. Sin embargo, este derecho también implica garantizar que cualquier persona pueda contribuir a la cultura y a ejercer como creador. Para impulsar el arte y apoyar a los procesos creativos, en Catalunya han proliferado en las tres últimas décadas los centros de producción artística, que ya suman más de una cincuentena en todo el territorio catalán.
Estos centros se erigen como unas infraestructuras necesarias que, así como las aceleradoras o incubadoras facilitan la eclosión de startups, ejercen un papel fundamental, en su caso, en el ámbito cultural. “Los centros de producción artística son la cocina donde se cuece el arte. Como cuando se elabora una receta, además de disponer de los ingredientes y la pasión para hacerla, se requiere de una cocina y de una infraestructura; lo mismo pasa con los creadores y creadoras que, sin un espacio y recursos, no pueden sacar adelante su tarea artística”, defiende Mireia Llunell, directora del Estruch, equipamiento público de Sabadell dedicado a la creación y difusión de las artes en vivo contemporáneas.
El Estruch, inaugurado en 1995, fue el primer centro de creación artística de Catalunya. El Ayuntamiento de Sabadell compró el edificio de una antigua fábrica de tintes en 1991, y ejecutó una rehabilitación para reconvertirla en un centro de creación artística, ante la necesidad de la comunidad local de disponer de un espacio como este. Actualmente, el equipamiento dispone de 8.600 metros cuadrados para apoyar a la creación artística de artes en vivo, como el teatro, la danza o incluso el circo. De hecho, desde 2015 dispone de una carpa de circo, cedida por la Generalitat, en sus instalaciones.
Tres décadas después de su inauguración, el Estruch ya no es una excepción, sino que forma parte de una red de más de cincuenta centros repartidos por el conjunto del territorio catalán. Estos equipamientos, sean de titularidad pública o privada, incentivan la creación artística a través de programas y convocatorias de residencia para que los artistas puedan disponer de espacios para la documentación, ensayo y creación de sus piezas. Además, estos centros también otorgan recursos económicos a los artistas, en concepto de honorarios, para que puedan focalizarse en su práctica, y también cuentan con espacios expositivos para mostrar públicamente la obra de estos creadores a la ciudadanía.
De estos centros, 51 están asociados a Xarxaprod, la red profesional de espacios de creación y producción de Catalunya. Constituida en 2006, su misión es velar por las buenas prácticas en la creación artística, así como acompañar y asesorar a estos centros, fomentando proyectos compartidos entre los diferentes equipamientos y trabajando para profesionalizar a los artistas catalanes, consiguiendo también que sus obras traspasen fronteras.

Aun así, esta cincuentena de centros están repartidos de forma desigual por el territorio catalán, ya que la mayoría de estos, especialmente aquellos de titularidad pública, se concentran en Barcelona y su área metropolitana. De hecho, la capital catalana cuenta, desde 2007, con el programa público de Fábricas de Creación, mediante el cual se han rehabilitado un total de once antiguos edificios industriales de varios barrios y se han convertido en centros de creación artística.
Un total de 30.000 metros cuadrados de fábricas se han reconvertido en espacios de producción, que apoyan a diferentes prácticas contemporáneas, desde la danza o la pintura, hasta la performance o el videoarte. Son equipamientos públicos gestionados por entidades externas vinculadas a un ámbito artístico concreto, excepto la fábrica Fabra i Coats, que está gestionada directamente por el Institut de Cultura de Barcelona (ICUB).

Fuera de Barcelona, en cambio, solo existen cuatro centros públicos de creación artística: el Estruch (Sabadell), el Canal (Salt, en Gurona), Roca Umbert (Granollers) y el Convento de las Artes (Alcover, en Tarragona), por lo que la provincia de Lleida no dispone de ningún centro público de apoyo a la creación. Uno de los pocos equipamientos que hay en zonas rurales es el Centre d’Art Contemporani i Sostenibilitat El Forn de la Calç (CACiS), situado en el municipio de Calders, de la comarca del Moianès.
El centro surgió por iniciativa del artista visual Roser Oduber, vecina de Calders que en 2007, aprovechando que los antiguos hornos de cal del municipio tenían una filtración de agua y debían ser rehabilitados para su conservación, apostó por instalar un centro de creación artística en estas instalaciones. El centro nació como un espacio híbrido entre arte y ciencia, enfocado a las prácticas artísticas con una clara mirada ecológica, y promoviendo la investigación y difusión de un arte más sostenible y consciente con el cambio climático.

Desde su fundación, en el centro han trabajado más de 200 artistas, y anualmente tienen diez creadores en convocatoria creando, e incluso durmiendo, en sus instalaciones. “Parece que la cultura tiene que pasar necesariamente por Barcelona, pero desde el centro defendemos que desde la Catalunya Central y desde el mundo rural también se puede desarrollar práctica artística”, defiende Oduber, también subdirectora de Xarxaprod.
“Es cierto, sin embargo, que sin una red de asesoramiento y apoyo, así como de recursos públicos que inviertan, los proyectos rurales tienen pocas posibilidades de supervivencia”, reconoce Oduber. Por este motivo, Xarxaprod nació fundamentalmente para apoyar a estos centros rurales, “acompañarlos en su desarrollo y garantizar que se consoliden iniciativas también fuera de Barcelona”, enfatiza Laia Casanova, gerente de Xarxaprod.
Hasta la última década del siglo XX, gran parte de la actividad cultural del territorio catalán se encontraba en manos de iniciativas de carácter privado o asociativo, y no fue hasta 1995, cuando nació el Estruch como centro cultural, cuando se empezaron a incentivar políticas públicas para la creación y proliferación de estos espacios. Aun así, es sobre todo a raíz de la pandemia, cuando se produce un boom de convocatorias públicas e iniciativas privadas para la creación artística. El centro cultural Malpaís surgió, precisamente, en 2020, de la necesidad de tres artistas —Joan Pallé, Cayetano Truyols y Nil Safont— de disponer de un estudio.

“Para la figura del artista, disponer de un estudio es extremadamente vital porque, si no, su trayectoria siempre está ligada a precariedad, a ir de un lugar a otro”, lamenta Pallé. El centro, situado en el barrio de la Marina del Port de Barcelona, fue creciendo y ahora cuenta con más de quince espacios de creación artística donde trabajan una veintena de artistas visuales, más allá de sus fundadores, que son mayoritariamente creadores jóvenes y emergentes que trabajan desde la escultura hasta el textil o las instalaciones plásticas.
El objetivo que perseguían sus fundadores también era que los artistas pudieran establecerse a largo plazo, ya que la mayoría de los centros de apoyo a la creación artística, especialmente los de titularidad pública, funcionan a través de convocatorias anuales y residencias cortas, a pesar de que en algunos de estos centros sí que existen residencias artísticas de larga duración. Las once fábricas de creación de Barcelona, por ejemplo, otorgan anualmente un total de 32 becas, con una dotación de 6.000 euros cada una de ellas, para facilitar la conceptualización, documentación o ensayo de obras.
Estrategias para abrirse a la ciudadanía
A pesar de que cada vez hay más convocatorias para artistas y los centros de estas características han proliferado en Catalunya en los últimos años, los espacios lamentan que todavía son desconocidos para la mayoría de la población, e incluso por los vecinos de su entorno. “El arte contemporáneo, desgraciadamente, no es un lenguaje fácil para el gran público”, lamenta Oduber.

Para llegar a más personas, desde los centros organizan ensayos abiertos, exposiciones o incluso se encargan de comisariar festivales. Desde el centro del Forn de la Calç, por ejemplo, organizan el festival Jardins de la Llum, que se celebra durante la Festa de la Llum de Manresa, y el festival de arte efímero Microscopies, para llegar a nuevos públicos a través de estos. “Intentamos siempre que no solo sean propuestas visualmente atractivas, sino que también tengan un trasfondo vinculado a nuestro sello, la sostenibilidad”, defiende Oduber.
Además de los festivales, el equipamiento también cuenta con un amplio programa de mediación con escuelas de la ciudad. En esta línea, desde Xarxaprod han creado un formación reconocida por el Departament d’Educació para que los maestros puedan entender cuál es el proceso de trabajo de un creador e incorporen esta formación a las aulas. Con este mismo objetivo, desde Xarxaprod también organizarán este año, por primera vez, un programa de puertas abiertas en 43 de estos centros de creación que se alargará hasta noviembre, y durante el cual los centros también organizarán actividades y espectáculos especiales.

“El objetivo es que los centros se puedan vincular con su contexto más próximo, para que vecinos y vecinas conozcan las entrañas de los procesos de creación y sean conscientes de que disponen de estos espacios en sus barrios o ciudades, así como que los artistas también vean la riqueza de los centros y los recursos disponibles”, defiende la gerente de Xarxaprod. Una necesidad de acercarse a la población que también defienden desde la Estruch, ya que, a pesar de que por el centro transitan unas 800 personas cada día —también porque disponen de un popular bar en sus instalaciones—, detectan que los vecinos de Sabadell todavía no conocen la tarea del centro ni las producciones artísticas que se cuecen dentro de sus cuatro paredes, a pesar de ser un espacio ampliamente utilizado por compañías y creadores locales.
Con un presupuesto anual para desarrollar su actividad de unos 316.000 euros, desde el espacio convocan anualmente residencias para un total de 200 creadores y compañías artísticas, de las cuales 125 son para creadores locales. Dentro del espacio conviven artistas profesionales de todo el mundo, desde Japón hasta Canadá, con compañías amateurs locales, con el objetivo de que se creen sinergias entre estos creadores.

Además del desconocimiento por parte de la población, desde los centros identifican que otro de los retos del sector y de estos espacios es la profesionalización de los artistas. “La sociedad tiene que entender que no es un gasto invertir en cultura, sino que es una política pública que tiene que existir, así como la sanidad o la educación, y que la cultura tiene un valor que también se tiene que pagar”, defiende Casanova, quien reconoce un esfuerzo por parte de la administración pública para subvencionar estos proyectos especialmente en los últimos años.
Para la profesionalización del sector, los centros también tienen la mirada puesta en el ámbito internacional, no solo abriendo las residencias a artistas de todo el mundo para que vengan a trabajar en Catalunya, sino también trabajando de forma conjunta especialmente con la red de los centros artísticos de la Occitania, llamada Air de Midi, y de las Islas Baleares, RESIB. “Una de las asignaturas pendientes de Catalunya es que los artistas puedan crecer no solo dentro del territorio catalán, sino también conseguir traspasar fronteras”, defiende Pallé.

A pesar de que especialmente en los últimos tiempos los centros de apoyo a la creación artística han proliferado por el territorio catalán y cada vez hay más convocatorias y subvenciones públicas, alertan de que estos centros se encuentran desprotegidos. Mientras que teatros y auditorios están integrados bajo el Sistema Públic d’Equipaments Escènics i Musicals (SPEEM), la red de la Generalitat para consolidar y distribuir la actividad cultural de forma homogénea por el territorio, los centros de producción no están englobados en un organismo equivalente.
“Hay una potencia creativa muy grande en Catalunya, pero todavía cuesta defender que hace falta apoyo público para fomentar estos procesos creativos, que son la base del arte y que, en algunos casos, comportan más de cinco años de trabajo”, defiende la directora del Estruch. “Desgraciadamente todavía existe la consideración de que la cultura es prescindible, a pesar de que, sin la cultura, no se puede desarrollar ningún otro servicio, y los equipamientos culturales son los primeros en notar la incertidumbre política”, lamenta Oduber.