Hermanos argonautas

Mientras la ciudad se transforma una y otra vez, 5 Hermanos sigue siendo punto de encuentro, memoria y cocina de barrio

La nave Argos cambiaba cada día, sustituyendo una a una todas sus piezas hasta renovarlas por completo, y aun así seguía siendo la misma. Esta embarcación mítica, descrita por Roland Barthes en sus memorias, era reconstruida pieza a pieza: los argonautas reemplazaban las partes desgastadas por el mar y el tiempo hasta que, al llegar a puerto, ya no quedaba ninguna original. Y sin embargo, Argos seguía siendo Argos.

Los restaurantes con una historia larga y viva funcionan de la misma manera: se transforman, se renuevan, pero no se diluyen. 5 Hermanos, en Canyelles, es un ejemplo claro. Fundado en 1977 por Teresa Feliu, madre de Manel, Javi, Julio y Jordi Gerpe, siempre ha sido un punto de encuentro, una confluencia entre memoria y cambio. Su cocina casera y su espíritu familiar han sido el eje, pero nunca un límite.

Ahora, casi medio siglo después, 5 Hermanos se reinventa una vez más con una reforma integral de la mano de Pere Cortacans, la ampliación al servicio de cenas y una carta renovada. Incluso el canelón, plato icónico de la casa, se presenta ahora en versión de temporada, sin perder la esencia de la abuela Juanita. Lejos de ser un gesto de ruptura, este cambio es una reafirmación: el restaurante sigue siendo parte indiscutible del tejido de Nou Barris.

Aquí, la vida no se mide en clics ni en stories —de hecho, en el piso de arriba apenas llegan los datos móviles—, sino en miradas y gestos, en la complicidad entre clientes y equipo. Los hermanos Gerpe han hecho siempre lo mismo: sustituir y rebautizar sin perder la esencia. Cambiaron los cucuruchos de patatas por arroces o pollos a l’ast, y dejaron de ser un “bar” para convertirse en una “casa de comidas”, pero siempre han sido ellos.

Y eso se nota, sobre todo, en la mesa. Por ella desfilan platos que conjugan historia y sabor, con la huella de la Costa da Morte gallega, de donde es originaria una parte de la familia: almejas babosas a la marinera, pescados de lonja, arroz de marisco, callos con cap i pota o alcachofas con jamón. La carta de vinos, bien afinada, completa la propuesta con referencias tan fuera de norma como las que elabora el mago Raúl Pérez. Todo ello, rodeado de figuras de Woody de Toy Story, estampas de San Pancracio, billetes de dólar y un premio de Barcelona Restauració.

Ese equilibrio entre cambio y permanencia recuerda también las reflexiones de Maggie Nelson en Los Argonautas, donde explora este concepto como un proceso, nunca como una estructura fija. Cada vez que se dice “te quiero” —escribe Nelson—, hay que decirlo de nuevo, reinventarlo para que siga siendo verdad. Quizás ocurre lo mismo con los restaurantes de largo recorrido: deben rehacerse constantemente para seguir siendo ellos mismos. La tradición, más que un lastre, es una herramienta.

5 Hermanos
Los hermanos Gerpe de 5 Hermanos.

Barcelona cuenta con otros restaurantes que también han aprendido a bailar esta danza del tiempo. Can Culleretes (1786) ha sobrevivido a guerras, crisis y modas sin perder el alma de la cocina catalana. Ca l’Estevet (1890) mantiene el aroma de las antiguas fondas, y muchos otros —7 Portes, Els 4 Gats, Casa Leopoldo o La Cova Fumada— siguen navegando, cambiando cada tablón pero conservando la esencia.

No es fácil mantenerse en pie en una ciudad que a menudo vive de simulacros y se mueve con una voracidad capaz de borrar el pasado. Barcelona cambia de escenografía cada temporada, con negocios que prometen modernidad, locales que imitan la espontaneidad y carteles de Se alquila que se multiplican sin freno. Pero, de vez en cuando, algunos de estos espacios resisten y nos recuerdan que, incluso entre tanto ruido, todavía quedan lugares que prefieren ser antes que parecer.

“En una ciudad que se disfraza y se reinventa sin parar, ellos han sabido cambiar sin borrarse, actualizarse sin perderse”

Quizá por eso emociona tanto cruzar la puerta de lugares como 5 Hermanos. Porque en una ciudad que se disfraza y se reinventa sin parar, ellos han sabido cambiar sin borrarse, actualizarse sin perderse. No es solo un restaurante que aguanta el paso del tiempo: es una casa de comidas que, como el Argos, se transforma para seguir siendo la misma. Porque, al fin y al cabo, la identidad no se hereda ni se compra; se construye navegando y resistiendo.