La directora de la Fundación Catalunya-La Pedrera es exactamente eso: la directora de la Fundación Catalunya-La Pedrera, no la directora de ninguna pieza de nuestro patrimonio arquitectónico. Ha tenido la virtud de conseguir dirigir los fondos que se reciben de la promoción del edificio singular de Gaudí a unas actividades fundacionales que son el alma del espacio, que le dan sentido, que hacen de verdadera cantera de talentos y de iniciativas.
Dalí pensó en ella como sede del Comisariado de la Imaginación Pública, pero Marta Lacambra ha transformado La Pedrera en la sede del Comisariado de la Sensibilidad Pública. Y es que, ¿quién dice que los servicios sociales deben estar siempre dirigidos o gestionados por la administración? ¿Quién dice que todo el cuidado hacia las personas mayores, o hacia los bosques, o hacia la dieta y las enfermedades, debe ser únicamente una responsabilidad que derivamos vía impuestos? ¿Y si, cuando visitamos la magnífica exposición de Sean Scully en la Casa Milà, estamos pagando una parte de sensibilidad social hacia problemas que nos afectan (o nos afectarán tarde o temprano) a todos?
— Trabajar aquí debe ser un lujo.
— Lo es. Pero quizá lo dices por el edificio.
— Lo digo por el edificio, pero sois más que un edificio.
— No todo el mundo se da cuenta de esto.
— Vamos allá. ¿A qué os dedicáis?
— Somos una fundación. Nos dedicamos a los cinco grandes temas que contemplan nuestros estatutos. Uno muy importante: intentar ayudar a la sociedad cuando se diagnostica un problema como el Alhzeimer. Vimos que, en la fase inicial de la diagnosis, no hay nadie. Ahora ya tenemos 2.000 usuarios diarios que realizan talleres de memoria en nuestros espacios. Tenemos 22 y estamos a punto de inaugurar otros dos en Gràcia, y uno en el Eixample. Y nos hace mucha ilusión, porque tenemos la sensación de que en Barcelona todavía somos muy desconocidos como la Fundación Catalunya-La Pedrera, y ahora estaremos en el hub de la mesa del Alzheimer con la Fundación Pasqual Maragall y con la Fundación ACE. Tenemos la sensación de que triangular la colaboración de las tres fundaciones puede ser definitivo para las familias. Tratamos fases diferentes, por lo que somos muy compatibles, y a nosotros nos hace mucha ilusión que nos hayan aceptado.
— ¿Qué más?
— El segundo tema es el relativo a la salud y la alimentación, en colaboración con la Fundación Alícia (que es nuestra). Hace mucho tiempo que Toni Massanés habló de lo importante que era posicionarse en el culinary medicine, que significa todo aquello a lo que la cocina puede ayudar cuando una persona tiene cualquier tipo de diagnóstico como diabetes, hipertensión o cáncer. De hecho, de lo que estamos más orgullosos es de la web Oncoalicia, que está en cuatro idiomas, y que está hecha de una manera muy pedagógica de modo que, si te cuesta tragar, o tienes un gusto metálico en la boca, o náuseas o estreñimiento, te va acompañando según el tipo de cáncer que te pueden haber diagnosticado de forma que puedas adaptar tu dieta a lo que más te facilite la vida.
— Tercero.
El tercer tema, de plena actualidad especialmente después de lo que ha sucedido en California, es cómo las sequías, el cambio climático y el abandono de los bosques ha llevado a una circunstancia excepcional que hace que pueda ocurrirnos en Collserola lo mismo que ha ocurrido en Los Ángeles en cualquier momento. Si no se limpian los bosques y, además, están apretados de viviendas, sin que a menudo haya disponibilidad de agua para riego y, además, limpiar estos bosques no tiene un rendimiento económico, éstos acaban abandonándose. Estamos muy ilusionados de empezar un proyecto con L’Olivera consistente en limpiar la zona de Collserola empezando por la de Can Calopa (que es la de ellos), evidentemente en colaboración con el parque natural y con la Diputación, para hacer aflorar los olivos existentes y que estaban cubiertos de maleza, y ver así si podemos recuperar la cuadrícula agraria. Me gustó mucho comprobar que había gente tanto en Rubí como en Molins de Rei dispuesta a colaborar, lo que significa que no estamos solos. La gente ha detectado la importancia de limpiar y recuperar el paisaje para poder prevenir los incendios.
— Y, ¿las vocaciones científicas? Y, ¿el empleo inclusivo?
— Exacto. Llevamos varios premios para la promoción de vocaciones científicas, especialmente en chicas. Y por último, generar empleo para aquellas personas que no tienen o no han tenido ninguna oportunidad en la vida.
— ¿Todo esto no son servicios que debería prestar la administración pública?
— Podrían serlo.
“Nos dedicamos a lo que ha quedado pendiente de hacer”
— ¿O ya son servicios públicos, pero prestados de manera privada?
— Lo que es seguro es que todo lo que nosotros hacemos podría ser declarado de utilidad pública, y yo nunca me he escondido de ser una persona con una clara vocación de servicio público. Que se haga a través de una empresa privada o a través de la administración es lo de menos: lo que tengo claro es que nosotros no colisionamos. Nos dedicamos a lo que ha quedado pendiente de hacer. Y creemos que podemos ser un apoyo muy importante, derivando todos los ingresos de La Pedrera y también ahora de Món Sant Benet para financiar programas que generen empleo, que cuidan a personas mayores… Creo que es un modelo que es más que de cooperación público-privada: en realidad, lo que nosotros hacemos es entender el problema, hacer una propuesta e impulsarla con la autorización y el conocimiento del protectorado y del patronato.
— Cuando vas por el mundo presentando la fundación, ¿mencionas más el edificio o los trabajos que hace?
— Los trabajos. Es más: desde hace doce años que cuento sólo los trabajos que hacemos y me llaman todavía la directora de La Pedrera.
— Ostras.
— Sí, sí. Y ahora cada vez que presentamos los actos, siempre decimos: “Bienvenidos a la sede de la Fundación Catalunya-La Pedrera, bienvenidos a La Pedrera”. No porque nos guste ser redundantes, sino porque La Pedrera es un edificio, y quien les está recibiendo es una fundación. Las cosas las hacen las personas, no los edificios, por importantes que sean.
— Cuesta, existir.
— A menudo creen que sólo somos modernismo y algunas exposiciones. O que quizá nos dan el Premio Nacional de Investigación. ¡Pero es que somos una fundación! Quizá no con el nombre más sexy del mundo, pero es que al fundarnos no se podría perder el nombre de Catalunya ni el nombre de La Pedrera.
“Barcelona es ciudad del talento y de la cultura, sí, pero hay demasiada desigualdad”
— Decíamos que llenáis un agujero necesario socialmente.
— Y debo decir que las corporaciones locales como Mollerussa, Puigcerdà, Salt, Reus o Tarragona, cuando ven que hacemos talleres de memoria, nos ayudan mucho. Es evidente que toda ayuda es poca. Pero ocurre algo maravilloso, y es que el 50% de nuestros usuarios con Alzheimer vienen prescritos por los CAP y por los hospitales: por tanto, no siendo un tratamiento farmacológico, es un tratamiento humano, de amor, de paciencia, de cuidar de los familiares y de reforzar la memorias de los que acaban de ser diagnosticados.
— Pero pocas fundaciones que se dedican a ello disponen de un patrimonio de la humanidad como este edificio.
— Cuando se hacen encuentros de fundaciones internacionales, y muchas de ellas pueden haber tenido importantes dotaciones fundacionales o un filántropo que las ha impulsado, te diría que les hace mucha gracia que hayamos conseguido que la totalidad de los beneficios de la promoción de un edificio singular como éste (que siempre querrá visitarse, y a un precio no pequeño) se dirijan a nuestras actividades y a los proyectos sociales. Este modelo sí es singular.
— Eso significa que traéis a muchos turistas. ¿Está ocurriendo algo grave con el turismo en Barcelona?
— El otro día me regañaban porque había sido muy contundente al decir que una parte de la queja contra el turismo venía de los servicios vinculados a este: una cosa es confundir tener un éxito en este sector y otra cosa es no tener las inspecciones suficientes sobre el cumplimiento de los convenios laborales. Además, tenemos el problema de los aforos y de la ocupación de la vía pública. Si yo tuviera la varita mágica para resolver estos problemas, primero empezaría con estar segura de que se cumplen los convenios laborales. Nosotros lo hacemos. Y entiendo que haya mucha gente sin un edificio como La Pedrera que diga que al menos que las normas funcionen para todos: convenios, aforo y ocupación de la vía pública. No es cuestionable.
— “Tenemos una Barcelona de la cultura y del talento, pero también una Barcelona de las desigualdades a tener presente”. Marta Lacambra.
— Así es.
“Hay demasiada desigualdad, Barcelona no es la ciudad glamurosa que a veces nos gusta pensar que es”
— ¿La incomodidad con el turismo puede incrementarse debido a que el barcelonés se ve obligado a marcharse de la ciudad? Es decir, ¿una Barcelona muy guapa pero donde cuesta demasiado vivir?
— Lo dices exactamente como pienso. Ahora bien: es que, además, Barcelona no está guapa. Mira, el otro día fui a ver los bunkers del Carmel y lo entendí todo: aglomeración de turismo, saturación del transporte y sensación de que los que vivían allí eran como títeres. Entendí los problemas porque fui, y tienen razones. Hay partes de Ciutat Vella donde los grafitis han superado todo lo superable, da la sensación de barrio degradado. ¡Es muy raro que se puedan vender tantísimas fundas de teléfono! ¡Hay más fundas de teléfono que teléfonos hay en el mundo!
— Cierto.
— La sensación es que hay un artificio y que aquellas cosas que nos gustan (La Rambla, la plaza Reial, el frente marítimo…) es como si tuvieran una sobrecapa que cuesta entender. Hay demasiada desigualdad, no es la ciudad glamurosa que a veces nos gusta pensar que es. Es la del talento y la de la cultura, sí, pero hay demasiada desigualdad. Haría falta un compromiso del Ayuntamiento para que nos invitara a todos a colaborar en una imagen más limpia y pulida de Barcelona. Yo sé perfectamente lo que me cuesta que me pinten cuando traemos la estatua de Plensa: significa dinero, vigilancia y educación. Es muy complicado, porque al final puede parecer que tenemos un problema con vigilar: y es cierto que nunca había visto tantos efectivos de la Guardia Urbana y tantas campañas de concienciación, pero no es suficiente con eso.
— ¿Y en qué brilla, Barcelona, ahora?
— Lo primero sería la colaboración entre Palau de la Música, Liceu y Auditori, que ya cuando hacen las cosas por separado me emocionan. Tienen unos directores inmensamente capaces de entusiasmar a su público. Lo segundo, las instituciones culturales del arte: coges cualquier día y subes las escaleras hasta el MNAC (que no cuesta tanto) y también ves la Fundación Miró, el Museo Etnológico… Da un gozo que enamora. Y suma a esto el modernismo del Eixample: Casa Vicens, Sagrada Família, Sant Pau, Batlló… Barcelona es brutal, en este sentido. ¡O la arqueología! El Museo de Historia de la Ciudad está más bonito que nunca.
“Del millón de visitantes que tenemos, más de 150.000 son locales”
— Si la fundación tuviera que plantearse alguna iniciativa nueva, ¿cuál sería?
— Nosotros ya dimos un salto cualitativo después de la pandemia, cuando dijimos que al hacer las exposiciones no sólo tendríamos al artista en la sala (ahora tenemos a Sean Scully, que es espectacular), sino que, además, se podría contemplar en el Liceu, en el Palau de la Música, en la Mies Van der Rohe, en el Museu d’Arqueologia de Catalunya, en la Biblioteca de Catalunya… esto lo hacemos encantados de la vida. Y yo dirá que seguramente, si no hubiéramos hecho la apuesta por el Alzheimer y proteger los bosques, nos hubiéramos animado a colaborar en algún otro proyecto estratégico. Y no descarto que del Art Season de Turisme de Barcelona, y de la forma de colaborar entre entidades de la ciudad, puedan aparecer de manera espontánea y natural proyectos muy potentes. Las entradas Miró/Matisse de la Fundación Miró y nuestra de Art en Pedra se han vendido de forma conjunta; la entrada en el Palau de la Música y La Pedrera ya se vende de forma conjunta; el Hospital de Sant Pau y nosotros, también. Ahora, una de las cosas que nos gustará consolidar es que, con Antonio López, Plensa, Barceló y Art en Pedra, el número de visitantes locales a las exposiciones se ha elevado muchísimo, incluidas las visitas de las escuelas, lo que significa que, del millón de visitantes que tenemos, más de 150.000 son locales. Era un tema pendiente, y nos gusta poder incrementarlo tanto.
— La iniciativa de Turismo de Barcelona apostando y haciéndose la foto en La Pedrera para reivindicar una apuesta por el turismo cultural (o de calidad), ¿significa que no se había hecho suficiente hasta ahora?
— Me parece que Mateu Hernández ha conseguido poner su pasión frente a una estrategia que además nos une a muchos. Ya no es hablar de turismo, sino de cómo se puede realizar la fidelización del visitante cultural. Lo que a nosotros nos gustaría es que la gente de fuera y de aquí pasara por La Pedrera para que sepa que es imprescindible ir, y que siempre es garantía de calidad.